Van a buscar con tecnología láser al avión militar TC 48 perdido en 1965

LA MAQUINA LLEVABA A LA 31º PROMOCION DE LA ESCUELA DE AVIACION MILITAR

El 3 de noviembre de 1965 el Douglas DC 4 de la Fuerza Aérea Argentina desapareció luego de despegar de la base Howard, en Panamá. Pronto se lo dio por perdido en las aguas del Caribe con sus 68 pasajeros.

El TC 48 pasaba así a la historia de las tragedias aéreas nacionales como "el avión de los cadetes", ya que llevaba a los miembros de la 31º promoción de la Escuela de Aviación Militar.

Los familiares nunca creyeron en la historia oficial; llegaron a escuchar que a sus maridos e hijos se los devoraron los tiburones y no lo creyeron. A fuerza de investigaciones privadas lograron hasta hoy que el tema siga vivo: a partir de consultas de Clarín, la Fuerza Aérea informó ayer que se están realizando "gestiones institucionales y extrainstitucionales a efectos de poder analizar si existen nuevos elementos de juicio respecto del accidente del avión TC 48".

Entre estas gestiones, se pidió a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos "todos los archivos que pudiesen aportar" y a nivel interno "se ha ordenado una completa recopilación de todos los antecedentes". También dijeron que se apoyan firmemente las "nuevas investigaciones" que se pueden realizar "por medios electrónicos, laséricos y satelitales".

Este último párrafo no es inocente. Hace dos años el Gobierno de Costa Rica le pidió al de Estados Unidos ayuda para encontrar los restos del avión en la selva ubicada las montañas de Talamanca. "Tenés que verla para entender que ahí todo se puede perder. Es un brócoli con árboles de 50 metros de alto. Por lo bajo, tenés 70 centímetros de hojas mojadas y podridas. Caminando 8 horas se recorre un kilómetro", dice desde Italia Cecilia Viberti, hija de uno de los pilotos, que estuvo tres veces en ese lugar.

Desde el John Space Center de la NASA nombraron al doctor Shaun Sullivan, consultor del Departamento de Defensa, para que coordine la búsqueda. Decidieron hacerla con una sensor láser, una tecnología en desarrollo del Massachusetts Institute of Technology (MIT).

El desafío técnico era atravesar las múltiples capas de la selva cerrada para poder mapear el terreno. Pero encontraron follaje que refleja la energía láser. Y también pendientes muy empinadas que dificultan el trabajo. No encontraron al TC 48, pero probaron la nueva tecnología.

Para el año próximo se espera que haya mejoras en el hardware, el desarrollo de una nueva generación de sensores que permita regresar a la selva.

Los familiares de los caídos no dudan que el avión está en la selva del sur de Costa Rica. El libro "TC 48, el avión de los cadetes", escrito por Ricardo Becerra, ex teniente del Ejército y hermano del cadete Héctor, menciona a trece testigos que lo vieron volar a baja altura en zona selvática. Estos testimonios y la comunicación radial que el avión mantuvo con un piloto "tico" (costarricense) son elementos clave que sostienen la hipótesis de que el avión cayó en tierra, y no en el mar.

La asociación civil "Familiares de desaparecidos del avión TC 48", presentó en Córdoba hace dos años una denuncia en la fiscalía federal N«ø 3, a cargo de Graciela López de Filoñuk. Se denunció el mal estado del avión, que voló con una sobrecarga de 19 pasajeros, y pidió que se investigue. ¿Qué buscan?

"Que encuentren el avión, y la verdad", contesta Regina Zurro, que tenía 8 años la última vez que vio a su padre, Mario, comandante. ¿Pueden estar vivos? "Sí, y si no lo están, queremos sus restos. Son argentinos y tienen que descansar acá".

Una carta póstuma y otra anónima

La Voz del Interior - 16/10/2005

Siete días después del accidente, Clyde Zurro, la esposa del comandante Mario Nello Zurro, quien viajaba en el TC-48, recibió una carta que su marido había enviado durante la escala en Perú. Esas tres hojas de papel, amarillas y arrugadas, constituyen para la mujer un tesoro inmenso que guarda con recelo pero que compartió durante la entrevista con el diario. Es un testimonio que alimenta las dudas de los familiares.
Clyde no puede contener el llanto, al leer la carta de su marido: “A las 6.20, iniciamos cruce por Malargue... En ese momento fui a la cabina de pilotos a tomar oxígeno y conversar con Felippa (el piloto). He estado tomando oxígeno continuamente pues, por experiencia, sé que luego vendrá un dolor de cabeza que sólo se calma durmiendo. Estamos en tierra chilena y aterrizaremos en Antofagasta, a eso de las 11.30”.
Clyde hace un alto y acusa: “Ésta es la primera prueba de las condiciones inhumanas en que viajaban”.
Sigue leyendo: “Estamos en el aeropuerto de nuestros amigos chilenos. El comandante de la base es conocido de la tripulación y nos recibe cordialmente. Una falla en dos motores de nuestro avión nos demora dos horas”.
En otro párrafo, Mario Zurro narraba: “Al fin decolamos con rumbo a Lima, a las 13.30 (hora de Argentina); nuestro arribo se producirá a las 19.30. La mayor parte de la travesía es por mar. Se hace colocar a los cadetes salvavidas anaranjados”. El dato es revelador, ya que el color de los salvavidas que describe Zurro en la carta no coincide con los chalecos verdes que los militares entregaron como prueba del siniestro a los familiares.
Clyde y Bravino cuentan que, además, les hicieron exámenes de salinidad a los chalecos salvavidas y dieron negativo: “Esos chalecos nunca estuvieron en el mar”.
Ningún familiar conserva un documento que acredite el resultado de esa prueba de laboratorio: las tenía el capitán Juan Tomilchenko (padre de uno de los cadetes desaparecidos y pionero en buscar el avión en medio de la selva), y se perdieron con su muerte.
El 15 de agosto de 1966, los padres del cadete desaparecido Oscar Viustaz recibieron otra carta, anónima, escrita a máquina. Un párrafo revela: “De todos los padres de nuestros compañeros del TC-48, ustedes son quizá los más cruelmente engañados. Indirectamente yo colaboré con ello. Su hijo me pidió en Panamá que le llevara su cédula, los dólares y unos gemelos. Temía extraviarlos... Cuando se nos comunicó el accidente, yo entregué al entonces director de la escuela eso que no me pertenecía y en especial el dinero del que se me había hecho depositario. Después, todo ello fue utilizado mal: para evidenciar una muerte en el mar”.
Los familiares creyeron identificar al autor del anónimo, pero el hombre señalado lo negó con contundencia.
Para Cecilia Viverti, hija del piloto desaparecido Esteban Viverti, la carta, que ahora tiene en su poder, comprueba la mentira.
“La Fuerza Aérea le dio a la familia Viustaz un par de gemelos, dólares y el documento de su hijo. ¡Un par de gemelos flotando en el mar! ¡Imagínese!”, sostiene indignada.

mensaje. Clyde Zurro guarda la carta de su marido. Un tesoro, una prueba.

Afán de padres, hermanos e hijos: llegar a la verdad

Diario Los Andes (domingo, 09 de noviembre de 2008)

Con el paso del tiempo, han quedado en el camino muchos padres, quienes desde el primer momento en que se conoció la tragedia se movilizaron para buscar a sus hijos.

Todos los casos son conmovedores, y nadie se ofenderá si se nombra a Juan Tomilchenko y a Orlando Bravino como dos de los más tenaces rastreadores del cuatrimotor y los que más tiempo estuvieron en Centroamericana intentando la localización. También Ricardo Barrera, aunque éste en calidad de hermano de uno de los chicos. Igualmente el mendocino y periodista Miguel Páez Herrero los buscó muchísimo, hasta su muerte hace 26 años.

Un caso conmovedor fue el de Juan Luis García quien quería dar con el paradero de su hijo, Juan José García. Este papá, también ya fallecido, no tenía medios económicos para trasladarse al Caribe, y por eso optó por meterse como polizonte en un avión de Estados Unidos, estacionado en El Plumerillo, perteneciente al ex Plan Cordillerano que operaba en nuestra provincia. Trató de esa forma de viajar a Panamá, el destino de la máquina norteamericana, pero fue sorprendido y obligado a bajar del medio mecánico que lo iba a llevar hacia un punto cercano de la búsqueda.

Entre las mujeres que perdieron a seres queridos hubo una que fue hasta la selva caribeña y permaneció más de dos años: Clyde Pereira. Tenía 33 años y hoy con 76 mantiene la fe de encontrar a su esposo, Mario Nello Zurro. Una de las hijas de la pareja, Regina Zurro, recuerda como si fuera hoy cuando decoló el TC-48 de la pista militar de Córdoba, pese a que apenas contaba con 8 años.

Cecilia Viberti, hija de uno de los pilotos del TC-48, residente en Italia, es una persistente luchadora por la verdad del caso.

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Van a buscar con tecnología láser al avión militar TC 48 perdido en 1965

Lo hará la NASA por medios electrónicos, satelitales y lásers, con el apoyo de la Fuerza Aérea. Se parte de la base de que el aparato está en la selva costarricense, y no en el mar como inicialmente se dijo

Una carta póstuma y otra anónima

Siete días después del accidente, Clyde Zurro, la esposa del comandante Mario Nello Zurro, quien viajaba en el TC-48, recibió una carta que su marido había enviado durante la escala en Perú.

Con el paso del tiempo, han quedado en el camino muchos padres, quienes desde el primer momento en que se conoció la tragedia se movilizaron para buscar a sus hijos. Todos los casos son conmovedores, y nadie se ofenderá si se nombra a Juan Tomilchenko y a Orlando Bravino como dos de los más tenaces rastreadores del cuatrimotor y los que más tiempo estuvieron en Centroamericana intentando la localización. También Ricardo Barrera, aunque éste en calidad de hermano de uno de los chicos. Igualmente el mendocino y periodista Miguel Páez Herrero los buscó muchísimo, hasta su muerte hace 26 años.
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