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HISTORIA DE
LOS
SANFERMINES |
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La celebración de las fiestas en honor a San
Fermín tienen su origen en la Pamplona
medieval del siglo XII, cuando el núcleo
urbano no excedía de la zona de Navarrería.
A San Fermín se le considera como
el primer obispo de
Pamplona. Desde el punto de vista
religioso, esta celebración
conmemoraba el
martirio de San Fermín
en la ciudad de Amiens. Desde este
lugar, el obispo Pedro
de Artajona trasladó una reliquia del santo
en el año 1186. A partir de este momento la
devoción al santo se va consolidando con el
tiempo, más aún cuando, dos siglos más
tarde, llega a la ciudad otra reliquia,
extendiéndose su devoción a las poblaciones
cercanas de San Cernin y San Nicolás. En
esta época el programa de fiestas era parco
en celebraciones, casi todas religiosas, en
su honor: las Vísperas, la Procesión, la
Octava y la conocida como "comida de los
pobres" que corría a cargo del Ayuntamiento.
La Fiesta también se
relaciona con las ferias de ganado y las
corridas de toros, de las que se tiene
documentación desde el siglo XIV. En
un principio la fiesta religiosa y los
acontecimientos taurinos tenían lugar en
distintos momentos del año. Sin embargo, los
vecinos de Pamplona cansados del mal tiempo
otoñal que acaecía cada 10 de octubre, fecha
de los festejos del santo patrón,
consiguieron trasladarlos al 7 de julio,
coincidiendo con los mercados de ganados. En
1591 se celebraron por primera vez la fiesta
de los Sanfermines. Durante dos días los
pamploneses de entonces disfrutaron de los
festejos, que comenzaron con la lectura del
pregón bajo el sonido de un gran número de
tambores y clarines. La Plaza del castillo
fue el escenario de un trofeo y los jesuitas
representaron la obra de teatro titulada
“Comedia y tragedia del Bienaventurado San
Fermín”, además de las danzas, la procesión
y corridas de toros. Año tras año se fueron
completando los festejos con fuegos
artificiales y danzas, además de sumar días
hasta terminar el día 10 de julio.
Durante años e incluso siglos, la Iglesia
se opondrá a los cambios que estaba
experimentando los festejos en honor a San
Fermín, en favor de las celebraciones
festivas, en las que el pueblo se preocupaba
más por la diversión que por la función
religiosa de estas fechas. En este sentido,
las autoridades intentaron prohibir las
mécelas de 1537. En
estos festejos típicos de Navarra, de
carácter lúdico, los vecinos de varios
pueblos se juntaban en jornadas festivas
protagonizadas por bailes, banquetes y
juegos. A pesar de los esfuerzos del clero y
de las Cortes de Navarra, que a través del
rey infringieron todo tipo de penas y
castigos para frenarlos, no pudieron apartar
al pueblo de esta forma de vivir la fiesta,
por lo que en 1684 se derogó toda
legislación que existía sobre este
particular.
Sin embargo, a lo
largo de los dos siglos posteriores la
historia de los Sanfermines continuará
siendo un tira y afloja entre la sobriedad
religiosa de la autoridad y la trasgresión
festiva de las gentes. La jerarquía
eclesiástica de la ciudad denunciaba lo que
consideraba grandes gastos, los excesos en
el beber, comer y la relajación en el
decoro, reclamando una vuelta a lo puramente
litúrgico de adoración al santo. |
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Ya en esos años se
narra la presencia de forasteros que
participan en los Sanfermines con sus
espectáculos. El argumento del gravoso coste
de la celebración, sirve a Las Cortes para
reducir los días festivos en 1868, aunque
con la negativa de la Iglesia que no ve esta
decisión como una solución para erradicar el
paganismo en las fiestas patronales.
Un hito importante
de los Sanfermines fue la creación de las
actuales figuras que forman la Comparsa de
Gigantes y Cabezudos,
en el siglo XIX, que se completará en
el siglo siguiente con la incorporación de
nuevos cabezudos, kilikis y zaldikos a la
Corte. Muy sonados fueron también los
peligrosos momentos que se vivieron en los
encierros de este periodo, cuando el toro
conseguía franquear la barrera que
delimitaba el recorrido, en alguna ocasión
con consecuencias trágicas. Para evitar
estos sucesos se decidió añadir una segunda
barrera de protección. Por otra parte, hay
que señalar la presencia del circo con las
tradicionales atracciones decimonónicas y
las ferias.
El siglo XX
En el siglo XX las fiestas se muestran en su
máximo esplendor. Se van incorporando nuevos
ritos y festejos que de la improvisación
pasan a ser tradición en los Sanfermines. El
Riau-Riau se incorpora a principios de siglo
de la mano de un grupo de carlistas,
encabezados por Ignacio Baleztena, para con
un tono festivo incordiar a los ediles
liberales a su paso por la calle Mayor.
Tiempo después quedó en suspenso desde 1991.
El chupinazo surgió en los años de la
posguerra cuando Jokintxo Ilundain y José
María Pérez Salazar decidieron dar comienzo
a las fiestas con el estallido de un cohete
y así dar más alegría a este momento. De
todos es sabido, la importancia que ha
adquirido dicha ocurrencia. Espontáneamente
y con la diversión, como único objetivo,
fueron apareciendo otros hitos dentro de los
Sanfermines que son imprescindibles hoy en
día para su desarrollo. Otros ejemplos son
el encierro y el encierrillo. Con el devenir
del siglo se han universalizado gracias a su
carácter popular, que combina el respeto a
la tradición con el espíritu trasgresor del
pueblo. En una simbiosis entre el poso que
va dejando el tiempo y las vivencias del
presente en constante renovación.
Con la publicación de la archiconocida
novela "Fiesta", originariamente "The sun
also rises", que fue escrita por
Ernest Hemingway en 1926, se dio a
conocer a lectores de medio mundo las
interioridades de los Sanfermines. Muchos de
ellos acuden a las fiestas de Pamplona
influidos por las vivencias del premio
Nóbel. Es a partir de estos años, cuando las
fiestas de San Fermín se convierten en
unas fiestas
universales. La ciudad se queda pequeña para
albergar al gran número de visitantes que
acuden todos los años. Sin embargo la
hospitalidad de los lugareños, el ambiente
participativo que se respira en la calle
hace que los de fuera se sientan como en
casa y se integren en la magia de los
distintos actos festivos. Muchos son los que
vuelven año, tras año, al igual que
Ernest Hemingway, siendo ya
indispensables en los Sanfermines. Es el
caso del grupo de extranjeros procedentes de
países anglosajones y suecos que cuentan con
establecimientos pensados para ellos y
ambientes nocturnos en los que son los
protagonistas. La integración ha llegado al
punto que han creado sus propias peñas,
alguna de ellas con una historia de más de
treinta años. La Peña Sueca que se fundó en
1975, a la que le siguieron la peña noruega
o la Peña taurina de Nueva York. |
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