Jorge Jiménez Alonso

Es simple y es complejo al mismo tiempo hablar sobre ella, porque en ello radica su misterio y por ende su atracción. Sigmund Freud decía: “La gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual todavía no he podido responder, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere una mujer?”. Pero es un hecho incontrovertible, la mujer es la otra polaridad del hombre, y como tal, siempre se desenvolverá y enfocará la vida desde otras perspectivas, así como el taoísta nos habla del yin y del yang, que son fuerzas naturales, divergentes pero complementarias, para mantener el orden y la armonía de todo lo vivo en este universo. Por ello, Oscar Wilde nos dijo: “Las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas”, y con esta filosofía, querida Puebla, quiero hoy rendir un tributo de amor a la mujer, sin entrar a discusiones y problemáticas que solo nos confunden. El mundo ya está muy aturdido de tanto ruido superficial que nos envuelve y enajena, para aumentarlo con más estridencias; que si la mujer trabajadora, que si la maltratada, que si el género, que si el sexo y la cultura que te eduque, que si la igualdad o el feminismo… ¡por favor!  Hoy solo amémoslas por lo que son, por lo que representan, en última instancia, ¡por qué sí! Como lo dijera el poeta Agustín Acosta: “Mujer inspiradora: rige mi vida entera para siempre”, sin buscar pretextos, ni peleas de poder, pues ya Napoleón lo decía: “Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”. Porque hoy igual que mañana, mañana igual que ayer, un hombre apasionado besará una mujer, y el filósofo dirá con Salma Rushdie: “Crecí besando libros y pan… pero desde que besé a una mujer, mis actividades con el pan y los libros perdieron todo su interés”.
En México nadie le ha cantado tanto y en tantas formas a la mujer como el genial Agustín Lara, y su canción-poema “Mujer”, así lo expresa: “Mujer divina, tienes el veneno que fascina en tu mirar… tienes el perfume de un naranjo en flor, el altivo porte de una majestad, sabes de los filtros que hay en el amor, tienes el hechizo de la liviandad, la divina magia de un atardecer, y la maravilla de la inspiración, tienes en el ritmo de tu ser, todo el palpitar de una canción, eres la razón de mi existir… ¡mujer!”. Pero ahora ya no cantamos, ya no trovamos, ya no hacemos poesía, solo discutimos, peleamos, lucramos y cosificamos; pues eso es el mundo de plástico en el que vivimos, obedeciendo su ley, “úsese y tírese”. Y al final qué queda… una soledad espantosa, una frustración existencial y un rencor permanente a todo y por todo. Pero hagamos en esta ocasión propicia un alto en nuestra compulsión y convengamos con lo que decía Nietzsche “La mujer es el reposo del guerrero”, y también el bálsamo que cura nuestras heridas, la reina del mundo y la esclava de un deseo. Es todo el mundo a descubrir sin que se logre hacerlo. Y sí, convengo con Simone de Beauvoir: “no se nace mujer, llega una a serlo”, sin embargo, los hombres casi nunca dejamos de ser niños y hasta irresponsables en algún momento; pero la mujer al tener su primera relación íntima, aprende a ser mujer y lo confirma y lo sublima cuando es madre; y al serlo, las veneramos y las idealizamos reconociendo que nos dieron y nos enseñaron a vivir la vida -en esa grandeza también radica nuestra pobreza mexicana, el exceso de madre y la carencia de padre, documentada por Samuel Ramos y Octavio Paz-.
Uno de los más hermosos versos dedicado a la mujer, sin caer en la cursilería melodramática, lo escribió el poeta poblano Ernesto Moreno Machuca, a quien por cierto no le hemos hecho justicia...   Y hoy, con el corazón en la mano Mujer, elevo mi voz y te canto con pasión: No te quiero igual, te quiero legítima, dejándote en estos versos, la idea sublime de tu autenticidad y tu grandeza, escucha: “…me gustan tus ojos llenos de caricias; tenerte cercana compañera íntima, no quiero sentirte ni verte enemiga; quiero que superes tus labores digna, y que de tus actos de mujer pasiva, te vuelvas de pronto, mujer optimista. Que superes todas tus viejas rutinas, que invadas todas las áreas con iniciativa. Debes ser valiente, encarar la vida, y ayudar al hombre, los dos mano a mano, los dos una risa, los dos un impulso, los dos, una vida. Yo quiero que triunfes, que alcances la cima, que en el campo seas líder campesina, líder en la fábrica, gran profesionista, Doctora, Maestra, Bióloga, Dentista, Abogada, Juez, Arquitecta, Química, Enfermera, Cónsul, ágil Periodista, que seas Diputada, fecunda política; que en todos los ámbitos al fin te distingas. Que invadas los campos de la ciencia viva, las artes, la técnica, ¡Que triunfes tu misma!... Que mientras alientes, el hombre te rinda férvido homenaje, pues sin ti, la vida no valdría la pena de vivir, sería afán imposible soñarla, sentirla. Por eso mi amada, te quiero distinta, novia, compañera, esposa dignísima; madre por los dones de quien da la vida; mujer, por las señas de la mona lisa. No te anhelo igual, te quiero legítima, para que podamos caminar la vida, triunfar de las sombras, llevando tus risas, tus cantos, tus manos de artista. Tus ojos que sueñan en las tardes íntimas, y tus voces plenas de suaves caricias. ¡NO TE QUIERO IGUAL, TE QUIERO LEGÍTIMA, NO COPIES AL HOMBRE… SÉ FIEL A TI MISMA.”
Gracias Puebla,  y recuerda: “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”.