|
|
Los Sanfermines son unas fiestas
universalmente conocidas gracias, en gran
medida a las narraciones del periodista
norteamericano Ernest Hemingway sobre sus
vivencias en las fiestas de Pamplona.
Hemingway describe los entresijos de estas
celebraciones en los diferentes relatos
periodísticos y sobre todo en la novela que
dio la vuelta al mundo, conocida en
castellano con el nombre de "Fiesta". Muchos
han sido los que seguido sus pasos en este
peregrinaje festivo, desde visitantes
anónimos de diversos países hasta líderes
internacionales seducidos por la magia de
sus relatos, como fue el caso de Bill
Clinton que se perdió entre la multitud de
la fiesta, en su juventud. Además de
políticos, numerosas personalidades de las
artes y de la cultura a nivel internacional,
entre ellos músicos, escritores y en
especial figuras destacadas del mundo del
celuloide. Antes de la llegada de Hemingway,
los Sanfermines eran unas fiestas por y para
los habitantes de la capital navarra. Es a
partir de los años veinte cuando empiezan a
llegar gentes de otros países atraídos por
la fama del encierro y por la magia de cada
uno de los festejos en honor a San Fermín.
Ernest Hemingway llegó a Pamplona por
primera vez un 6 de julio 1923, acompañado
de su esposa Hadley Richardson, para cubrir
las fiestas de San Fermín, enviado por un
semanario norteamericano en el que trabajaba
como periodista. La experiencia fue tan
grata e impactante para el escritor que
sintió la necesidad de plasmar sus vivencias
en la capital navarra, en su primera novela
de éxito "The Sun Also Rises" (Fiesta), que
salió a la luz tres años después. No sería
esta la única vez que visitara Pamplona,
pues el ambiente festivo de los Sanfermines
y su afición a los toros les hicieron
regresar en ocho ocasiones más, la última en
1959, dos años antes de que se suicidara en
Idaho.
|
En sus relatos sanfermineros, el escritor
recorre las calles y rincones del Casco
Viejo de la ciudad. Desde el Hotel La Perla,
donde se alojaba habitualmente, Hemingway
pasa a ser espectador privilegiado del ir y
venir de turistas despistados, cuadrillas de
mozos ebrios de fiesta y un sin fin
protagonistas de la vorágine festiva, en una
Pamplona de principios de siglo. La Plaza
del Castillo se convierte en el centro
neurálgico de la producción literaria en
torno a este tema. Aquí se encuentran,
además de La Perla, muchos de los
establecimientos que frecuentó Hemingway a
lo largo de sus estancias la capital
Navarra, como el bar Txoko, el Hotel Yoldi o
el café Iruña.
Las visitas del novelista a Pamplona, tras
el descubrimiento personal de los
Sanfermines fueron prácticamente constantes
en los años siguientes y hasta la Guerra
Civil Española. En este periodo acude en
siete ocasiones, la última de ellas en el
año 1931. Durante la contienda civil
española participa activamente a favor de la
República Española. Ya no regresará hasta
después de la II Guerra Mundial, en 1953 y
1959 por última vez. Su paso por Pamplona no
se limita a lo puramente testimonial, más
bien al contrario Hemingway se integra
activamente en la fiesta, sacándole el mayor
jugo posible, como no podía ser de otra
manera dado su temperamento apasionado e
intensamente vital.
El que formara parte de la llamada
generación perdida, fue un apasionado del
mundo de los toros, hasta el punto de que
corrió delante de ellos, llevándose algún
que otro encontronazo frente a las vaquillas
matutinas. Conocidas son las relaciones de
amistad con famosos toreros de entonces como
Antonio Ordóñez y pamploneses como Juanito
Quintana. Enamorado de la gastronomía
navarra, aprendió recetas tan típicas como
el ajoarriero y disfrutó de sus vinos y las
tertulias de las terrazas. En las calles
participó de la juerga de los mozos, la
alegría y la euforia de los Sanfermines. Sin
embargo también sufrió en los momentos
trágicos, ya que en 1924 fue testigo de la
primera cogida mortal de un mozo en el
encierro, Esteban Domeño un joven de 22
años. Hemingway recogió este hecho en dos de
sus libros “Fiesta” y “Muerte en la tarde”
escrito en 1932.
Junto a la Plaza de Toros, se alza un
monumento a su labor y su figura, muestra
del agradecimiento y reconocimiento de la
capital navarra. El Ayuntamiento de Pamplona
inauguró la escultura, obra de Luís
Sanguino, el 6 de julio de 1968, con la
presencia de su última esposa, Mary Welsh.
Ubicado en el paseo que lleva el nombre del
escritor, el monumento alberga en la peana
una dedicatoria que reza así: A Ernest
Hemingway, Premio Nóbel de Literatura, amigo
de este pueblo y admirador de sus fiestas,
que supo descubrir y propagar. La Ciudad de
Pamplona, San Fermín, 1968.
El novelista norteamericano transmitió de
manera magistral el alma de las fiestas de
Pamplona, a nivel internacional. Su legado
ha traspasado fronteras y ha calado en los
lectores de todo el mundo. A partir de
Hemingway, la aventura festiva de los
sanfermines es compartida por miles de
turistas extranjeros que buscan repetir las
emociones que subyacen en su obra.
Hasta Pamplona han acudido muchos famosos
influidos por la pasión con la que Hemingway
disfrutaba las fiestas y que tan bien plasmó
en sus relatos. En 1956 se rueda la versión
cinematográfica de “Fiesta”, por el cineasta
Henry King, con un elenco de actores famosos
formado por Ava Gadner, Errol Flynn y Tyrone
Power. En aquellos años vistan la ciudad
varias figuras de la industria del cine
norteamericana como el director y actor
Orson Welles, la actriz Ava Gadner o Deborah
Kerr, el actor Charlton Heston, el
dramaturgo Arthur Miller con su mujer, la
fotógrafa austriaca Inger Morath. Más
recientemente, la nieta del escritor
Margeaux Hemingway, Alfredo Bryce Echenique,
el Nobel de Literatura antillano Derek
Walcott o el director de cine Spike Lee. No
siempre del mundo del cine, también de otros
ámbitos culturales, visitantes ilustres como
Matt Carney, que se convirtió en un gran
corredor del encierro junto con su amigo y
maestro, Jerónimo Echagüe; Alice Hall, Joe
Disler, David Black, que estuvo 40 veces;
Ray Morton y un joven Bil Clinton. El
escritor James Michener hace un repaso en su
libro "The drifters" de la presencia de
todos ellos en San Fermín.
Sus vivencias, sus escritos y la huella que
dejó entre los habitantes de Pamplona de
aquellos años, ha ido más allá descripción
casi fotográfica de la histórica de las
fiestas y la realidad social de la época. El
mismo Hemingway se ha convertido en punto de
interés de la ciudad, tanto o más que
cualquiera de sus monumentos o de los más
destacados acontecimientos de la capital
navarra. El visitante reconoce la presencia
del escritor en cada uno de los rincones que
describió en su obra, en las terrazas y
salones del mítico Café Iruña, el bar Txoko
o el Windsor Pub, antiguo Tormo. Algunos de
ellos todavía conservan el encanto de
aquella época. Otros lugares legendarios ya
no existen en la actualidad. El primero en
desaparecer como tal fue el Hotel Quintana,
aunque el edificio sigue en pie en una
esquina de la Plaza del Castillo, frente a
La Perla. Tampoco la taberna Casa Marceliano,
que cerró sus puertas no hace muchos años, y
en su lugar se encuentra unas oficinas
municipales, junto al Café Kutz que hoy
ocupa una sucursal de una entidad bancaria.
Parecida suerte corrió el centenario Café
Suizo, en 1952. Sin olvidar el Hotel
Quintana que cerró hace años y que, todavía
hoy, más de un turista lo busca en la Plaza
del Castillo. |