El fuego de San Antón

Durante la Edad Media, en pleno auge del Camino de Santiago, acudían en peregrinación a Compostela muchísimos habitantes del norte y el centro de Europa, atacados por el llamado "fuego de San Antonio" o "fiebre de San Antonio", también conocida como "fuego del infierno".
 
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Esta enfermedad, que creían un castigo divino por sus pecados, provocaba alucinaciones, convulsiones, fuertes dolores abdominales y, sobre todo, una quemazón fuerte que casi siempre terminaba en gangrena. Las mujeres embarazadas abortaban siempre. Los que la padecían podían eventualmente sobrevivir, pero perdían uno o más miembros.
 
Al peregrinar, pedían a los clérigos de la orden franciscana de San Antonio, que tenían hospitales dedicados por entero a la atención de este mal a lo largo de la ruta, que tocaran sus extremidades con el báculo en forma de Tau, o que les dieran pequeños escapularios llamados Taus, o que los alimentaran con pan y vino bendecidos con el báculo abacial también en forma de Tau. (Tau es la letra hebrea y griega que empleaba san Francisco como su firma, muy utilizada por la iglesia por su semejanza con la cruz). Poco a poco, mientras recorrían el camino, los enfermos mejoraban. Al llegar ante el Apóstol, estaban totalmente curados. Pero al regresar a casa, pasado el tiempo, volvían a enfermar, volvían a peregrinar y sanaban nuevamente. Estas infalibles curaciones "milagrosas" fueron parte de la legitimación del poder de Santiago y de la orden de San Antonio en Europa.
 
Hoy en día se sabe que el "fuego de San Antonio" es una enfermedad vascular, conocida actualmente como ergotismo, que se contrae al ingerir de manera habitual alimentos contaminados con toxinas producidas por hongos parásitos que se hallan fundamentalmente en el centeno. Los pueblos de norte y centro Europa tenían como base de su dieta el pan de centeno. Al recorrer el Camino de Santiago, su dieta cambiaba (en la Europa meridional la base de la alimentación era el pan a base de trigo), por lo que iban sanando paulatinamente.