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Capital de la provincia que lleva su mismo nombre. Debido a su función de capitalidad, su influencia se deja sentir en toda la provincia, aunque de una forma inmediata es en su comarca donde se aprecia con mayor intensidad. Del resto de la provincia, la zona de la Tierra Baja (Bajo Aragón turolense ) tiene unos vínculos más fuertes con Zaragoza, y la región oriental, tradicionalmente, ha girado más en torno a Valencia y Cataluña. En realidad, casi toda la provincia puede considerarse como zona de influencia de Levante y Valencia es la ciudad a la que a lo largo de la historia han acudido los turolenses en busca del trabajo que no encontraban en esta tierra de escasos recursos, que se ha despoblado a un ritmo sobrecogedor.
La ciudad de Teruel está situada en la depresión longitudinal que, recorrida por los ríos Jiloca y Turia , pone en contacto la Hoya de Calatayud con la llanura valenciana. Esta depresión tiene una mayor amplitud en la zona media rodeada por los macizos de Gúdar , Javalambre y Montes Universales , que es donde precisamente se asienta la capital, Teruel. Y son estas montañas responsables, en parte, del clima extremado y duro de la zona a la que no llega la influencia dulcificante del mar. La temperatura media del mes de enero es de 3° y la de agosto de 21,9°, situándose la media anual en torno a los 10,5°. Las precipitaciones, dada su continentalidad y, a pesar de la altura, son más bien escasas, recogiéndose del orden de los 400 mm. anuales, cifra no muy superior a las del valle medio del Ebro. Emplazada a 915 m. de alt. en lo alto de un espolón que ha labrado el río Turia tan sólo un kilómetro aguas abajo de la unión del Guadalaviar y el Alfambra que, una vez juntos, reciben el nombre de Turia. Su emplazamiento es estratégico, tanto desde el punto de vista defensivo -por estar en lo alto de una colina a la que el río sirve de foso natural- como por ser el nudo de comunicaciones a través de los valles del Jiloca, Alfambra, Mijares y Turia. Ello la lleva a ser zona de activa circulación, que a través de puertos de fácil acceso pone en comunicación la Meseta con el reino de Valencia.
-Demografía y economía: La población, desde 1860, ha evolucionado de forma positiva, en general, aunque hasta 1887 descendió de 10.432 a 9.423 hab. Una vez entrado el siglo XX todos los censos han dado cifras superiores a las del censo precedente, pasándose de los 10.979 hab. de 1900, a los 18.745 de 1950, los 26.495 de 1980, los 29.320 de 1998 y los 33.320 de 2010. No se trata de un crecimiento espectacular, pero si se mantiene constante en su ascenso. En contraste con este incremento de la población de la capital, hay que hablar del despoblamiento de la provincia, que de 246.000 hab. a principios de siglo XX, descendió a 236.000 en 1950, a 170.284 en 1970 y 136.840 en 1998. Parte de esta emigración se ha canalizado hacia la capital, hecho por el cual el peso específico de la población de ésta, con respecto a la población total de la provincia, ha crecido del 4,3% al empezar el siglo XX, al 15,4% en 1976 y al 22% en 1998. Al decrecimiento de la población por emigración hay que añadir, en el momento actual, el debido a la dinámica natural, única de las provincias españolas que la tiene de signo negativo, es decir que cada año mueren más personas que nacen. Además es de prever que este índice irá haciéndose mayor conforme la población rural esté más envejecida, empeorándose cada vez más la situación de la provincia.
La actividad económica de la población de la capital se orienta preferentemente hacia la industria (1.832 trabajadores) y la construcción (1.032), pero el sector predominante por excelencia es el de los servicios, con más de 8.290 trabajadores (3.000 a finales de los setenta). Es esta actividad terciaria la que caracteriza a las capitales de prov. por reunir en ellas a gran número de funcionarios al servicio de la Administración. Los obreros industriales trabajan en 230 empresas, entre las que predomina la pequeña, de menos de 25 obreros; los establecimientos comerciales superan los 1.354 y las empresas dedicadas a otros servicios son más de 2.710. Cuenta actualmente con el Polígono Industrial de La Paz, próximo a la carretera de Zaragoza, de 579.256 m.2 urbanizados en una primera fase y otros 620.055 m.2 construidos en una segunda, y el más reciente de Platea .
A pesar del no muy abundante comercio, es Teruel centro comercial al que acuden, para todo lo que no sean artículos de primera necesidad, los vecinos de toda su comarca. Es también centro administrativo que rige la vida de toda la prov. y centro de la vida docente. Allí se concentran todos los centros de enseñanza superior de la comarca . Cuenta con varios Institutos de Enseñanza Secundaria y Formación Profesional, así como centros de enseñanza especial, politécnica y agraria junto a un Colegio Universitario en el que está previsto se impartan en un futuro próximo las enseñanzas universitarias forestales; en buena medida relacionadas con el gran potencial forestal de la provincia.
En resumen, la ciudad de Teruel es una de las menos pobladas de España y su actividad económica carece del dinamismo necesario para poder absorber toda la mano de obra que su población oferta, por lo que ha sido y, desgraciadamente, sigue siendo, ciudad de emigración.
-Desarrollo urbanístico: El contorno del recinto amurallado tiene forma irregular y ha podido reconstruirse gracias a que se conservan algunos restos de muro y a las noticias que recuerdan dónde estaban emplazadas las siete puertas que daban acceso al interior. Su impronta es todavía visible en el plano actual. Sus calles son estrechas y han sufrido escasas modificaciones para adaptarlas al tráfico actual, que encuentra cada vez mayores dificultades debido a su angostura. Este casco antiguo queda dividido en dos por un eje formado por la calle del Salvador, plaza de Castilla y calle del Tozal, eje que ha sido a lo largo de la Historia corazón de la ciudad, por contar en un principio con el mercado que con el paso de los años se ha ido transformando en el indiscutible centro comercial que es hoy. Los dos sectores que delimita esta vía de dirección este-oeste, presentan en el plano una estructura bastante diferente. El situado al norte se caracteriza por el trazado regular de sus calles, en dirección perpendicular al citado eje. El sector sur alberga en su seno la antigua judería que se situaba en torno al punto más elevado de la ciudad y sus calles, en dirección radial, ascienden convergentes hacia la plaza. El resto de este sector sur es más ordenado, aunque sin llegar a la regularidad del norte, debido a que el terreno es algo más accidentado. Se trata, en resumen, del plano de una ciudad cristiana levantada de nueva planta.
Si los árabes hubieran ocupado un barrio determinado, su impronta se habría dejado sentir en la existencia de estrechos callejones de irregular trazado. Pero en Teruel parece claro que no hubo tal morería . Así se mantuvo el casco urbano sin apenas modificaciones importantes hasta prácticamente el siglo XVIII, en que se derriba el postigo del Guadalaviar para poder ensanchar el camino real que salía con dirección a Valencia. Las murallas van siendo desbordadas por los ensanches que comienzan a surgir extramuros. Pero si el caserío no puede decirse que sufra grandes cambios durante estos siglos, no por ello hay que dejar de hacer mención de la insigne obra que constituye la traída de aguas a la ciudad desde la Peña del Macho. La obra más notable es la del acueducto, denominado Los Arcos, que sirve también como viaducto , al permitir el acceso a los peatones, por un nivel intermedio. Al decir de Allánegui, "todo se resuelve con listeza y en armonía con el recio paisaje", en esta singular obra. Las 150 arcadas que lo componen dan a la ciudad una fisonomía muy peculiar, cuando se accede a ella por la carretera de Alcañiz.
Teruel salta sus murallas por el lado oriental y comienza a poblarse su entorno de nuevas edificaciones. Van surgiendo de norte a sur los barrios de Cuevas del Siete, pequeño enclave, próximo al cruce de Los Arcos con la carretera de Alcañiz. Más al sur, se denomina el Arrabal y llega prácticamente hasta enfrente del Tozal. Por el sur se prolonga hasta el Viaducto, a través del barrio de San Julián. La espontaneidad de su nacimiento puede deducirse del caótico trazado de sus calles, carentes de todo plan de urbanización. Únicamente se ordenan paralelas a la ladera que queda debajo del Viaducto, forzadas por el propio relieve. La ciudad moderna hay que buscarla al otro lado del promontorio en que tuviera su origen. Su crecimiento está en función de la magna obra de ingeniería que es el Viaducto y que salva el desnivel existente entre ambas orillas. Surge un núcleo inicial de casas unifamiliares, en los primeros años del siglo, para albergar a las clases acomodadas. Hacia los años cincuenta se levanta la Residencia de la Seguridad Social y a partir de entonces, de una forma ininterrumpida, lo que era monte y descampado se transformó en ciudad. Allí se ubican la plaza de toros y el campo de fútbol, que han quedado ya totalmente rodeados de altas edificaciones. Es hoy día la zona que ofrece mayores alicientes y donde el índice de edificación es mayor. Contrariamente a las otras barriadas, el Ensanche es fruto de una planificación previa, con sus principales vías partiendo en dirección radial desde el Viaducto.
El cauce del río ha sido siempre un obstáculo para que la ciudad se ensanchase hacia el oeste. Lo que en otro tiempo fuera ventajoso emplazamiento defensivo, es hoy un grave obstáculo para el crecimiento de la ciudad. Allí está la estación de ferrocarril y algunas industrias dispersas, pero como núcleo urbano no tiene entidad. Después de la guerra civil Teruel quedó en un lamentable estado de ruinas. Un equipo de expertos, basándose en el programa de Regiones Devastadas, llevaron a cabo con gran eficacia la difícil tarea de la reconstrucción. Se respetó en lo posible todo lo que era digno de conservarse y en un tiempo récord todo volvió a estar casi como antes. De estos años datan los bloques de "casas baratas " del 18 de Julio, en la carretera de salida hacia Alcañiz. Desde los años ochenta, se viene incrementando la costumbre de construirse una segunda residencia para fines de semana y vacaciones, fuera de la ciudad pero próximas a ella. Han surgido nuevas urbanizaciones de chalets y casas de campo en San Cristóbal-Las Viñas, en las proximidades de la carretera de Alcañiz y en la salida hacia Valencia, próximos a la Fuente Cerrada.
• Bibliog.:
Allanegui Félez, A.: La evolución urbana de Teruel, Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, Zaragoza 1959. 58 pp.
Andrés, F.: Disquisiciones históricas sobre el origen de Teruel, Teruel, 1896.
Blasco y Val, J.: Historia de Teruel, Teruel, 1870.
Caruana y Gómez de Barreda, J.: "Organización de Teruel en los primeros años siguientes a su reconquista", Teruel, núm. 10, 1953.
Casas Torres, J. M.: "Un mapa de los mercados de la prov. de Teruel", Estudios Geográficos, núms. 20-21, Madrid, 1945.
Navarro Aranda, M.: "Documentos inéditos para la geografía urbana de Teruel. La traída de aguas a Teruel en el siglo XVI", Teruel, núm. 6, 1951, pp. 37-57.
Id.: "Función geohistórica de la ciudad de Teruel", Teruel, núm. 3, 1950.
Soláns Castro, M.: Evolución de la población de Teruel entre 1860 y 1960, Instituto de Estudios Turolenses, CSIC, Teruel, 1968, 220 pp.
• Prehistoria y Arqueología: El poblamiento antiguo del municipio de Teruel y sus barrios rurales es relativamente denso y abarcó todas las épocas. El asentamiento más antiguo es el de las Terrazas de San Blas , correspondiente al Paleolítico Inferior. En este lugar se localizaron en 1926 varios útiles de cuarcita (hachas, raederas y lascas) que fueron considerados como pertenecientes a la fase interglaciar Riss-Würm.
Durante la Edad de Bronce se observa un intenso poblamiento estable, con yacimientos importantes como el Alto del Batán , El Cabezo del Arquillo, El Barranco de la Guea , La Sima del Ruidor, El Cabezo de San Cristóbal (Villalba Baja ), etc. Especialmente interesante es el yacimiento de La Escondilla , en Villastar, en el que se localizaron restos de actividades metalúrgicas (moldes y crisoles).
La Primera Edad del Hierro denota las influencias del Valle del Ebro y también las de la Meseta castellana. Corresponden a esta fase los yacimientos La Muela del Rajo (Villastar), Paracuellos y El Castillejo (Tortajada ). Las poblaciones de la Primera Edad de Hierro recibieron en una fecha relativamente temprana los influjos colonizadores que conforman el proceso de iberización desde las costas levantinas, modificando radicalmente su sistema de vida.
Los poblados de época ibérica , muy numerosos, se sitúan en cabezos aislados, bien defendidos, como el Alto Chacón , El Castillejo de San Blas, Peña Rubia y el Castillejo de Villaspesa o el Castillejo de Tortajada. Su cultura material es resultado del proceso de iberización y la persistencia de elementos culturales de la Edad del Hierro. Lingüísticamente esta zona pertenece al área celtibérica, como demuestra el importante conjunto de inscripciones del cortado de Peñalba de Villastar , relacionadas con un lugar del culto al dios celtibérico Lug . La intensa actividad alfarera de estas poblaciones se constata en la presencia de un conjunto de hornos en la partida de Los Vicarios (Valdecebro ). Se han excavado dos de ellos, de tipo similar, con una cámara de fuego inferior, única o compartimentada, y una cámara de cocción comunicada con la anterior por medio de toberas o conductos laterales. La producción de estos alfares simultaneó en un momento determinado las cerámicas de técnica ibérica con las cerámicas "romanas". Se han fechado en torno a los siglos I a.C. y I d.C.
La romanización afectó a estas poblaciones de modo intenso, aunque los asentamientos puramente romanos son escasamente conocidos. Destaca la villa de Villaespesa Vieja, en la que han aparecido numerosos restos de cerámicas romanas (terra sigillata hispánica, clara y cerámica común).
• Arqueología urbana: El más destacado precedente de la arqueología urbana en Teruel son los trabajos de A. C. Floriano (1926) en la necrópolis judía de los Llanos de Sta. Lucía. En el siguiente medio siglo hubo un sinfín de hallazgos casuales que proporcionaron nutridas colecciones de cerámica de T. Pero hasta 1977-78 no se realizará una nueva excavación arqueológica propiamente dicha (gran edificio público judío ubicado en la Plaza de la Judería). Durante los años 80 se multiplicaron las intervenciones, destacando las realizadas en la Avda. de América (materiales ibéricos y romanos y 18 silos musulmanes) y Plaza de San Juan (Iglesia y Hospital de San Juan). En la década de los noventa se ha sistematizado esta actividad, actuándose en la mayor parte de los solares construidos en el casco antiguo e iniciándose la redacción de un Plan Especial de Arqueología Urbana. Los hallazgos se han multiplicado: antiguas Casas del Concejo (Plaza de la Catedral), cerámicas musulmanas en la Plaza de la Judería; excavaciones ligadas a la restauración de las cuatro torres mudéjares, un tramo de la traída de aguas de finales del s. XVI (c/ Temprado); niveles de los ss. XII-XIII, fosa aséptica del s. XV y depósito vinculado a un alfarero de inicios del s. XV (c/ Amantes 15-19), etc. Otra importante labor ha sido la identificación y estudio de varios lienzos de muralla (Plaza Domingo Gascón 2 y 13-14, Garaje Diputación Provincial, Ronda de Ambeles 44, Plaza S. Miguel 5, c/ S. Martín 29- 31, c/ Andaquilla 18-24, Cuesta S. Julián 13 y Ronda M. Ibáñez), destacando los vinculados al Portal de Zaragoza (diversas fases constructivas de los ss. XIII-XV y un basurero del s. XIV).
• Bibliog.:
Vicente, J. y Escriche, C.: "Nota sobre tres poblados de la Edad de Bronce en la cuenca del Guadalaviar"; rev. Teruel, 61-62, Teruel, 1979, pp. 5-14.
Vicente, J., Herce, A. y Escriche, C.: "Dos hornos de cerámica de época ibérica en Los Vicarios (Valdecebro, Teruel)"; rev. Kalathos, 34, Teruel, 1983-84, pp. 311-372.
• Historia Medieval: Como tantas otras ciudades de la Península, Teruel debe a la Reconquista Las primeras noticias que tenemos referentes a este lugar hacen pensar en la existencia de un núcleo de población reducido, que fue reconquistado en 1169 e incorporado a los términos de Daroca , a los que pertenecía según lo estipulado por Ramón Berenguer IV en el fuero concedido a esta ciudad en 1142. La conquista de Valencia por los almohades en agosto de 1171 provocó la reacción de Alfonso II , que, por lo que a Teruel respecta, inició su fortificación, instalando como tenente a Berenguer de Entenza en octubre de ese mismo año. Más tarde, el 1-X-1177, aprovechando unas circunstancias favorables y con la misma finalidad defensiva, procedió a su repoblación y le concedió términos y fueros propios, con lo que definitivamente quedaba desvinculada de Daroca y pasaba a ser la cabeza de un amplísimo territorio, que en su mayor parte todavía estaba por reconquistar.
Desde entonces, la nueva villa fue el punto más avanzado de la frontera aragonesa hacia tierras musulmanas, circunstancia ésta que ejerció una influencia profunda en la mentalidad y en la estructura de la sociedad turolense durante toda la Edad Media. Los intereses militares se primaron sobre todos los demás y la guerra fue una actividad de primera importancia. De Teruel partieron las expediciones militares dirigidas a la conquista del Rincón de Ademuz (1210), Valencia (1238) y Murcia (1266), y sus milicias concejiles contribuyeron de una manera decidida a la política expansionista de la Corona, incluso en aquellas empresas que fueron contestadas de una manera general por todo el reino.
Durante los enfrentamientos de la Unión y Pedro IV , Teruel se declaró partidaria del monarca, que recompensó -y se aseguró- su fidelidad otorgándole el titulo de ciudad el 7-IX-1347. Poco después, el ejército del Concejo tomó parte en la batalla de Bétera, en donde "los de Teruel -que sostuvieron el mayor peso de la batalla y pelearon valerosísimamente- recibieron muy gran daño". Más tarde, esta misma ciudad fue el lugar de reunión de la hueste real que al mando del monarca puso fin a la Unión en Valencia. En la posterior guerra contra Pedro I de Castilla, Teruel y su Comunidad sufrieron los atropellos y saqueos de las tropas castellanas, que ocuparon la capital por espacio de tres años. Pedro IV, airado por la escasa resistencia de los turolenses, castigó a la ciudad con la abolición de sus Fueros y privilegios y con una disminución considerable de su jurisdicción sobre las aldeas, a algunas de las cuales les concedió el título de villa; y si bien obtuvo muy pronto el perdón real, esto originó uno de los pleitos más duraderos de cuantos enfrentaron a Teruel con sus aldeas a lo largo del período medieval.
En 1427-28 se celebraron, en Teruel, Cortes generales del reino , que fueron convocadas y presididas por Alfonso V . Durante la estancia del rey tuvo lugar un luctuoso suceso que ha sido recogido por todas las crónicas locales. Se trata de la ejecución en la horca del juez Villanueva por haber detenido, de acuerdo con las disposiciones del fuero, el desarrollo de las sesiones judiciales de la Curia de los alcaldes en un momento en que el monarca hizo acto de presencia en la misma. El episodio es uno más de los muchos que se sucedieron en el largo enfrentamiento que, desde mediados del siglo XIV, mantuvo Teruel, aferrada a sus Fueros y privilegios e inmersa en constantes conflictos internos con una monarquía que evolucionaba hacia unas formas de gobierno mucho más centralizadoras y autoritarias.
La organización municipal turolense, fundamentada en los Fueros otorgados por Alfonso II, fue perfilándose a lo largo del siglo XIII, en un proceso en el que tuvo una importante participación la monarquía. Desde un primer momento, el concejo -asamblea general de vecinos- aparece como el máximo organismo de gobierno de Teruel y de su territorio; sus competencias eran amplísimas y en todo lo relativo a la administración de la ciudad su autoridad era total y absoluta. Posteriormente, gran parte de la representación y de las funciones de esta asamblea general fueron asumidas por el consejo, mucho más reducido en el número de componentes, instituido por Jaime I por privilegio suyo de 10-VII-1250. El número de consejeros establecido por este monarca fue de catorce, pero en el siglo XV éstos eran dieciocho.
Además de estas asambleas había toda una serie de oficiales que tenían a su cargo las más variadas funciones. A la cabeza de la organización municipal, como suprema magistratura judicial y política de Teruel y su territorio, estaba el juez, que siempre fue oficial único. Colaboradores suyos en las tareas judiciales y gubernativas eran los alcaldes (primero ocho, después cuatro), que constituían el tribunal ordinario de apelación, llamado Curia del viernes o de los alcaldes. Oficial imprescindible en el regimiento municipal era el escribano, encargado de llevar la contabilidad de estos magistrados y de efectuar el padrón de vecinos; guardián del fuero, era su intérprete fiel a través de su lectura. La inspección de la vida económica corría a cargo del almutazaf o mayordomo, que tenía como misiones más importantes la vigilancia de las transacciones mercantiles -en especial las desarrolladas en el mercado-, la inspección de pesos y medidas y el control de las actividades artesanales. El procurador y "tres de concejo" era el representante ordinario de la ciudad en todos los pleitos y juicios en que ésta tuviera que intervenir, bien como parte demandante bien como demandada, y en sus relaciones con terceros; en sus orígenes fue una magistratura ejercida por tres personas, pero, en 1325, Jaime II dispuso que fuese un oficial único.
La representación de las parroquias en el gobierno municipal recaía en los jurados instituidos por Pedro II en 1208; en un principio fueron catorce, pero desde mitad del siglo XIII su número quedó fijado en ocho. Completaban esta organización municipal toda una serie de funcionarios auxiliares y subalternos -sayón, andadores, dulero, guaytas, porteros de la muralla, caballeros de la sierra, guardas de las viñas, etc.-, que tenían los más variados cometidos. La permanencia en estos cargos era anual y se renovaban el martes de las octavas de Pascua mediante sorteo celebrado en presencia del concejo. En un principio, para poder acceder a cualquiera de ellos era necesario tener casa abierta en la ciudad y un caballo de valor igual o superior a 200 sueldos durante el año precedente al día de la elección, pero con el paso del tiempo estos requisitos fueron aumentados y el acceso a los cargos concejiles quedó restringido a un grupo reducido de caballeros, que se fueron perpetuando en el poder generación tras generación.
Coexistían en la ciudad distintos grupos sociales diferenciados tanto por su religión como por su status jurídico-fiscal. Si bien todos ellos estaban sujetos a un mismo fuero y disfrutaban de los mismos privilegios, desde mediados del siglo XIII comenzó un proceso de diferenciación social en el seno de la población cristiana, que se tradujo en una jerarquización de la misma, apareciendo dos grupos claramente diferenciados: los caballeros y el resto de los vecinos. Los caballeros constituirán la casta superior y privilegiada, monopolizarán en su provecho los municipales y estarán exentos de todo tipo de impuestos, mientras el resto de la población tendrá vetado el acceso a los oficios públicos y deberá de satisfacer a la Corona todo tipo de contribuciones por los más variados conceptos. Junto a éstos, judíos y moros vivían separados del resto de la población en sus respectivos barrios -judería y morería -, organizados en aljamas con un régimen contributivo y administrativo propio, al frente de las cuales se encontraba un bayle , como representante de la autoridad real. A partir del siglo XIII, Teruel fue el escenario de constantes conflictos internos que afectaron a todas las capas de la sociedad, pero los más violentos fueron sin duda los que tuvieron por protagonistas a Muñoces y Marcillas, enfrentados en una lucha secular, que arrastró a la población turolense a una auténtica guerra civil.
Durante la Edad Media, el territorio turolense fue una de las zonas ganaderas más importantes del reino. La cabaña lanar turolense, que experimentó una expansión notable en el siglo XIII, se vio favorecida por importantes privilegios que le permitían el paso franco hacia las zonas de pastos de invierno (Valencia y Tortosa) y asimismo tenía comunidad de pastos con todos los lugares vecinos. Los ganaderos y pastores de Teruel y de sus aldeas estaban agrupados en una junta o ligallo , con oficiales propios encargados de la defensa de sus intereses. La agricultura y la explotación forestal fueron también otras importantes fuentes de ingresos. El centro de la actividad comercial era el mercado, que se celebraba el jueves de cada semana en la plaza mayor. Desde 1294 tenía lugar una feria anual de quince días de duración que, en 1383, fue ampliada en una semana más por Pedro IV.
En el campo de la enseñanza, desde 1396, hubo un Estudio de Artes que dependía económica y administrativamente del Concejo de la ciudad.
• Bibliog.:
Caruana y Gómez de Barreda, J.: Historia de la provincia de Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1956.
Buesa Conde, D.: Teruel en la Edad Media, Guara Editorial (Colección básica aragonesa, 27), Zaragoza, 1980.
• Hist. Mod.: A lo largo del siglo XV se acentúa la intromisión del poder real en las libertades ciudadanas. En 1482, Fernando e Isabel Inquisición . La introducción del Santo Oficio suponía un atentado contra los fueros y libertades de la ciudad: el descontento popular y la oposición del concejo obligaron al inquisidor Juan de Solivella a refugiarse en Cella , donde, alojado en las casas de Juan Garcés de Marcilla establecieron el Tribunal. Ante la resistencia de Teruel, Fernando II nombró capitán al citado Juan Garcés para que sitiara la ciudad. Finalmente se implantó la Inquisición , y en 1486, en un auto de fe, fueron quemados todos aquellos que más se habían destacado en los disturbios y opuesto al Santo Oficio; entre ellos, los conversos Jaime Martínez de Santángel y Francisco Tristán, cuyos bienes y los de otros muchos que huyeron fueron confiscados y pasaron a engrosar los bienes de la comunidad.
El rechazo de Teruel al establecimiento de la Inquisición no es sino el comienzo de una oposición que va a mantener a lo largo del XVI en defensa de sus fueros y frente al intento de intervención del poder real. Se trata de la lucha de un poder local, particular, y medieval, frente a una monarquía absoluta que trataba de revitalizar su poder en detrimento de los poderes locales. Los fueros resultaban anacrónicos para los nuevos tiempos; sin embargo, fueron las rivalidades entre familias, las oligarquías locales, las que propiciaron y favorecieron la intervención real. Esta situación dará origen a una centuria muy conflictiva en la que los turolenses tratan de defender su legislación particular apoyándose en las instituciones aragonesas frente a la monarquía castellana. Una serie de disturbios, las "alteraciones de Teruel", fueron debilitando progresivamente la ciudad y en 1598, cuando se extienden los Fueros de Aragón , Teruel pagará a la monarquía 27.000 libras jaquesas. En 1591 -acontecimientos de Antonio Pérez -, el Justicia llama a los concejos aragoneses para que preparen una tropa armada y acudan a Zaragoza en defensa de los Fueros de Aragón; Teruel, que atendió esta llamada, hubo de sufrir también las consecuencias de la represalia y algunos de sus ciudadanos fueron ahorcados.
Según los datos del censo de 1495, Teruel contaba a fines del siglo XV con 392 vecinos. Se ha llevado a cabo el estudio de la población de la parroquia de San Pedro, y es evidente la incidencia en la ciudad de la epidemia de 1530; sin embargo, falta el análisis de las restantes parroquias, para presentar datos demográficos válidos para todo el siglo.
La economía turolense estaba basada fundamentalmente en la agricultura y ganadería. La primera, limitada por la rigidez del clima quedaba reducida a los cereales, cáñamo, y alguna fruta y hortaliza de regadíos. Desconocemos, en el estado actual de las investigaciones, si a lo largo del siglo se amplió la superficie regada o si se roturaron nuevas tierras, como ocurrió en otras poblaciones aragonesas ante el empuje demográfico. La ganadería constituía un sector muy importante de la economía. El ganado lanar trashumaba en tierras valencianas: por la proximidad geográfica, los turolenses mantuvieron frecuentes contactos con este reino, y las mismas relaciones comerciales eran más asiduas que con Zaragoza.
En cuanto a la industria destacan únicamente los gremios relacionados con la ganadería. El gremio de pelaires y fabricantes de paños se mantuvo pujante a lo largo del siglo: los paños se exportaban a Italia y era reconocida la alta calidad de la lana .
Durante el siglo XVII, Teruel participa del ocaso en que se va sumiendo el reino de Aragón por la doble crisis que padece, tanto jurídica cuanto económica. Después de los constantes enfrentamientos con la monarquía, gravada económicamente hasta límites superiores a sus posibilidades, la ciudad cae en un estado de postración.
En la guerra de Sucesión , Teruel fue partidaria de Felipe V , lo que no la favoreció, sin embargo, a la hora de la abolición de los Fueros. A lo largo del siglo XVIII el concejo está endeudado, los bienes de propios hipotecados a manos de los censalistas , y se acude con frecuencia al Consejo de Castilla para solicitar prorrogación de arbitrios. En 1775, desaparecidas tras los decretos de Nueva Planta las Cortes aragonesas y las instituciones del Reino, Teruel consigue el privilegio de voto en las Cortes castellanas. Con la nueva división territorial. Teruel, es uno de los trece corregimientos en que queda dividido administrativamente el Reino de Aragón.
La pragmática de 1773 autoriza la roturación de nuevas zonas de pasto en Teruel y Albarracín, tierras que luego se debieron de abandonar, dejándolas en pésimas condiciones, tras haber obtenido algunas cosechas, con el consiguiente daño para la ganadería y sin apenas ventaja para la agricultura. Las cosechas de cáñamo eran abundantes y de excelente calidad lo que daba no solamente para el consumo, sino también para abastecer a los lugares inmediatos. Según Asso , el poner en cultivo muchas tierras produjo a fines del XVIII cosechas superiores a los siglos precedentes, pero serían mayores de perfeccionarse las técnicas agrícolas, y guardando la debida proporción entre los nuevos cultivos y la cría de ganado lanar.
Los rebaños de Teruel trashumaban a la Mancha y Valencia, y sus lanas eran las más finas y abundantes del reino. La industria textil era casi inexistente: el gremio de pelaires, con apenas manufacturas de lana, tratando de mantener el monopolio, consigue en 1748 el derecho de tanteo que le permitía adquirir de primera mano la materia prima necesaria para abastecer sus fábricas.
El aumento de población es sensible a lo largo de todo el siglo. En 1776, Teruel contaba con 1.015 vecinos.
• Bibliog.:
Caruana y Gómez de Barreda, Jaime: Historia de la Provincia de Teruel; Teruel, 1956.
Gonzalvo, J. C., López, J. L., Lozano, A.: "Notas sobre la población de la parroquia de San Pedro (Teruel) en el siglo XVI"; Actas de las I Jornadas del Estado actual de los Estudios sobre Aragón, V, t. I, pp. 364-368.
Pruneda, Pedro: Crónica de la provincia de Teruel; Madrid, 1866.
Redondo, Guillermo: "El privilegio de voto en Cortes para Teruel en 1775"; Boletín Informativo de la Excelentísima Diputación Provincial de Teruel, 1979.
Sánchez Muñoz, Juan Gaspar: Diario turolense de la primera mitad del siglo XVI; Madrid, 1902.
• Alteraciones de Teruel. Albarracín, Alteraciones de .
• Historia Contemporánea: Teruel es, desde 1833, capital de provincia, lo que le da la condición de centro administrativo, judicial, docente, comercial y de comunicaciones. En las dos anteriores divisiones provinciales -la de José Bonaparte , en 1810, y la del Trienio Constitucional, en 1822- la provincia resultaba mucho menor; las dimensiones establecidas en 1833 son las actuales y el excentricismo de la capital ha hecho que grandes áreas de su provincia resulten muy alejadas y mal comunicadas con ella.
Históricamente, su papel estratégico es mucho mayor que el que su escasa población y recursos naturales le darían. Durante la guerra de la Independencia asiste a las Cortes extraordinarias que convoca Palafox en Zaragoza, el primer conde de la Florida, Pedro Dolz de Espejo y Pomar, por la ciudad, que ese mismo día (6-VI-1808) declara su adhesión total a Fernando VII. La Junta de Teruel incorpora poco después al científico Isidoro de Antillón y redacta varios manifiestos contra los franceses. Ocupada, sin embargo, por éstos, mandados por el general Plique, son acosados por las tropas de Villacampa que sitia la ciudad y derrota a los refuerzos franceses de Caudé (1809-10). Es célebre la presencia en las Cortes de Cádiz del canónigo de la catedral, Vicente Pascual, que será presidente de aquéllas y primer firmante de la Constitución (1812), mientras que Antillón, diputado por Teruel, tiene célebres intervenciones, que le acarrearán, al regreso de Fernando VII, persecución y cárcel; el rey pasó por Teruel el 13-IV-1814, entre grandes agasajos, y durante su gobierno absoluto destacará a su lado el turolense, de Villel, Calomarde , caracterizado reaccionario. En las guerras para impedir la independencia americana destaca otro turolense, Pascual de Liñán , última autoridad española en Centroamérica. Durante la guerra carlista , si bien los escenarios más frecuentes son los del Maestrazgo, se suceden varias escaramuzas, como la que protagoniza el carlista barón de Hervés, atrapado por las tropas isabelinas y fusilado al pie del torreón de Ambeles; Herrero el organista y otros célebres guerrilleros eran de Teruel, que será asediada por Cabañero (30-I-1838) sin resultados; la presencia de O'Donell, que tendrá en la capital su cuartel general, contribuye a la victoria total, no sin resistencias. Lo mismo que la de Narváez, años después (1843) cuando se produce el enfrentamiento con los esparteristas, rechazados por la mayoría turolense. Sin embargo, son de destacar, en los breves períodos progresistas, muy notables grupos demócratas y protorrepublicanos, tales como los hermanos Pruneda , promotores del periódico El Centinela de Aragón (1841-43 y 1868-69), protagonistas del levantamiento sintonizado con la Vicalvarada y los sucesos de 1855 (junto a los citados, Tomás Nougués , Joaquín Arnau ), viéndose luego obligados a emigrar. Las desamortizaciones llevadas a cabo en la provincia, así como la exclaustración disminuyen la riqueza y poder de la Iglesia que, sin embargo continúa con un gran ascendiente social, en la capital diocesana -que acumula desde mediados del XIX la de Albarracín- abunda el clero catedralicio, parroquial, del Seminario y de varias órdenes religiosas .
Desde el punto de vista económico, a su pobre agricultura y escasísima industria viene a dañar la nueva estructura ferroviaria, que desvía el tradicional comercio a Valencia, por lo que la principal aspiración es el ferrocarril Central de Aragón , que unirá, a fines del XIX, Calatayud con Teruel y Sagunto, mientras que otro privado lleva el mineral de hierro de Ojos Negros al mismo destino. No llega a plantearse en serio el proyecto de unir por tren Teruel y Cuenca, y el muy ambicioso de Teruel-Caspe-Lérida, realizado durante la Dictadura primorriverista queda construido y sin utilizar. La ciudad, limitada, pues, a centro administrativo de una prov. semidespoblada, mantiene algunos molinos, diversos oficios artesanos, comercio y hostelería. Las epidemias de 1834, 1855 y especialmente la terrible de cólera de 1885, en la que mueren casi 7.000 personas de la prov. con el más alto índice español de morbilidad, frenan aún más el lento crecimiento urbano.
La cultura decimonónica cuenta con un cierto desarrollo al crearse el Instituto y las Escuelas Normales y en 1877 la Sociedad Turolense de Amigos del País , inspirada por Ordax Avecilla , el Círculo Mercantil, etc. Una prensa cada vez más política, en la que destaca el fenómeno de la Miscelánea Turolense (1891-1901) promovida por D. Gascón y Guimbao , y un grupo de escritores como Federico Andrés, los profesores del Instituto Polo y Peyrolón , Cosme Blasco , el maestro Gabino Enciso o eruditos como Severiano Doporto. A fines de siglo surge la figura del turolense Segundo de Chomón , pionero del cinematógrafo en París, y la ciudad, que experimenta un notable progreso económico, se prepara para adornar sus plazas y calles con la interesante arquitectura modernista.
Los políticos que triunfan en una tierra tan deprimida son, en general, conservadores , más o menos vinculados a sus estructuras caciquiles , y así, en las diversas elecciones , los diputados y senadores por Teruel pertenecen en su mayoría a esa tendencia: C. Castel , Bartolomé Esteban, etc. En la II República tiene un gran protagonismo su clase política tras las elecciones de 1933, en que las derechas cuadruplican a las izquierdas. Serán ministros los turolenses R. Feced y Vicente Iranzo , destacando mucho los radicales lerrouxistas como J. González, Borrajo, H. Marqués, Miguel Ibáñez, J. y F. Maicas, A. Perruca, J. Garzarán, J. M.ª Rivera, A. González Paracuellos, etc., mientras que la Unión de Derechas, creada a comienzos de 1932, deriva en la poderosa CEDA , encabezada por Julián Gil, Esteban y Sancho Izquierdo . En 1936 vuelve a ganar la derecha, que dobla al Frente Popular , en que destacan Vilatela y Pardo, mientras que Falange es apenas embrionaria, y será ya en la guerra cuando destacarán C. Pamplona, Alfonso Ferrer y otros.
Sin duda es en la guerra civil cuando Teruel alcanza las máximas cotas de importancia nacional y sufre su experiencia más terrible.
En los años cuarenta consolida su papel burocrático en un clima de tensión creado por la resistencia del "maquis ", al que se enfrenta el gobernador civil, general Pizarro. La ciudad, durante el franquismo , permanece recogida apenas en sus tradicionales colinas, hasta que en los años 60 comienza la expansión urbana, la planificación de un polígono industrial sin mucho éxito, diversos planes que no cuajan. De poco o nada sirve tener ministros turolenses en el Régimen, como Ibáñez Martín o Navarro Rubio , o a finales del período personajes influyentes como Martínez Esteruelas o E. de la Mata. La ciudad tiene su virrey indiscutible: el gobernador, que sólo ve disminuido su omnímodo poder por su escasa duración (dos docenas en 35 años).
Tiene gran fuerza social una pequeña élite económica en la que suenan repetidamente los mismos apellidos: Garzarán, Asensio, Ferrán, Torán. Sin embargo de esta situación de congelación económica, social, política, la vida cultural cuenta con triunfos importantes. A los centros de enseñanza oficial tradicionales se añaden algunos privados y, además de la edificación de una gran Ciudad Escolar se instala, aunque en precario, un Colegio Universitario . El Instituto de Estudios Turolenses , creado en 1949, desarrolla una gran actividad, editando casi un centenar de números de la revista Teruel y numerosos libros, destacando los estudios de Arqueología (Martín Almagro, P. Atrián), Arte (S. Sebastián), Historia Medieval (Caruana, C. Tomás, A. López Polo, J. Martínez Ortiz, M. García Miralles, D. Buesa), Paleontología (Hno. R. Adróver) o Biología (D. Fernández Galiano); los certámenes literarios y otras actividades, animadas en la Casa de Cultura por C. de la Vega en los 60 y Javier Aguirre en los 80.
A la renovación y mejora de sus museos, archivos y bibliotecas hay que añadir el esfuerzo que, con sus pocos medios, han hecho en los últimos lustros el diario provincial Lucha (hoy Diario de Teruel ) y Radio Teruel. La Tertulia Mudéjar, animada por A. Novella, José M.ª Ruiz, C. Hernández, A. Solaz, etc., promueve numerosos actos de estudio y promoción turística -desde el CIT también- y Teruel ha ido convirtiéndose por su belleza artística y su acogedora tradición, en centro de congresos y simposios. Uno de los grandes temas turolenses, el de los Amantes , que tuvo en el XIX su revitalización romántica (el teatro de Hartzembusch, la novela de J. Villarroya, la ópera de Bretón, los cuadros de Muñoz Degraín, Gárate, García Mercadal, etc., los estudios de D. Gascón, Cotarelo, C. Riba), experimenta nuevo auge a fines de los 70 del s. XX, con trabajos de los citados contertulios mudéjares y De la Vega, Sofoca, Guardiola, etc. A su excelente situación educativa hay que añadir la existencia de un Conservatorio de Música , que revitaliza e inventaría tradiciones estudiadas otrora por Doporto y Arnaudas, la Alianza Francesa, etc., amén de unos buenos servicios deportivos. La emigración turolense -que ha tenido gran protagonismo, por ejemplo, en el Centro Aragonés de Barcelona- añora y evoca su patria chica, y ha creado con gran fortuna una espléndida Casa de Teruel, en Zaragoza. Además, Teruel atiende con ilusión las tareas y éxitos de sus hijos más destacados, y no ha regateado homenajes a Buñuel , Pablo Serrano y muchos otros.
El Colegio Universitario se transforma en los años noventa en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, con tres titulaciones ofertadas, a las que hay que sumar las impartidas en las tres Escuelas Universitarias. Los cursos de verano, de larga tradición en la ciudad de Teruel, cuajaron en la actual Universidad de Verano , que desde 1985 atrae a la ciudad a numerosos estudiosos, de junio a septiembre, periodo en que se celebra también la Muestra de Folklore. De forma que Teruel es en verano un hervidero de gentes atraídas por la oferta cultural y festiva de la popularísima Vaquilla del Ángel. Otros visitantes acuden llamados por el rico patrimonio artístico de la ciudad (sobre todo el mudéjar, Patrimonio de la Humanidad ) y por la leyenda de los Amantes . Los visitantes se concentran en la época estival y en Semana Santa; proceden de la Comunidad Valenciana, Cataluña y, en menor medida, del País Vasco y Madrid. De fuera de nuestro país acuden franceses, alemanes y británicos, fundamentalmente. A partir de 1997 la Asociación de Mujeres empresarias instituye, en febrero, una nueva celebración en torno a los Amantes: las "Bodas de Diego e Isabel" que, junto a la entrega de medallas del CIT a matrimonios ilustres, se ha convertido en un excelente motivo para acercarse a la ciudad y un nuevo procedimiento para dar a conocer la ciudad incluso fuera de nuestras fronteras. Por otra parte, el nuevo recinto ferial acoge varias exposiciones a lo largo del año, desde el "Salón de los Amantes", dedicado a las bodas, a otros relacionados con la madera, el turismo, el medio ambiente y, sobre todo, la ya tradicional Feria del Jamón, que tiene lugar en septiembre. A pesar de todo, Teruel sigue siendo todavía una gran desconocida en nuestro país: mal comunicada con el centro de la Península, con poca presencia en los medios de comunicación, ha sido necesario que un grupo de turolenses recordara a España y al gobierno central que Teruel, capital y provincia, existe, y no puede continuar en el olvido y en el abandono. Uno de los numerosos problemas a los que debe hacer frente la ciudad, además del mantenimiento de su rico patrimonio artístico, es el deterioro del casco antiguo y del barrio del Arrabal, abandonado progresivamente por sus habitantes, que se marchan a las nuevas viviendas del Ensanche y la Fuenfresca. Atraer nueva población es lo que se propone la Cámara de Comercio, con un nuevo Plan de desarrollo industrial que permita la creación de unos mil puestos de trabajo, para lo que es necesario la mejora de las comunicaciones por ferrocarril y la finalización de las obras de la autovía. Por otra parte, la ciudad debe atender a la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos, para los que se propone la construcción de un centro de día o un nuevo colegio.
• Bibliog.:
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• Arte: La ciudad de Teruel nació para la historia del reino de Aragón en 1171, a raíz de la conquista del lugar por los caballeros de Alfonso II. El asentamiento árabe debió de ser insignificante a juzgar por la falta de restos arqueológicos. A finales del siglo XII se iniciaron las construcciones religiosas en la ciudad, como señala el Fuero de Teruel, otorgado en 1176; este monumento jurídico y la actividad artesana del siglo XIII pusieron de manifiesto el vigor de la clase mudéjar, que absorbió en gran parte la vida económica de la ciudad; los mudéjares debieron de ser, además de labradores, herreros, zapateros, peleteros, tejedores, tintoreros y alfareros de tejas, ladrillos, cántaros y ollas. A los mudéjares debe Teruel su época áurea, cristalizada en dos especialidades, la construcción de ladrillo y la cerámica; con razón fue calificado este enclave urbano aragonés como la "ciudad mudéjar", y declarada en consecuencia como la sede natural de los Simposios del Mudejarismo. Ya el Fuero de Teruel reglamentó la fabricación de tejas, ladrillos, ollas, cántaros, tinajas y vasos; y durante los siglos XIII y XIV la ciudad fue un centro especializado en azulejos, placas, columnitas y escudillas, destinadas a la decoración de las torres. Los investigadores turolenses han destacado la prioridad cronológica de la cerámica turolense sobre la valenciana de Manises o Paterna.
El prestigio y auge de la población determinó que la villa pasara a la categoría de ciudad por real voluntad de Pedro IV en las Cortes de Zaragoza de 1347. Pese a ser Teruel un enclave mudéjar, el gótico levantino tuvo su más cumplida muestra en la iglesia franciscana, debida al mecenazgo de García Fernández de Heredia, a fines del siglo XIV; casi un siglo más tarde, la rica familia de los Pérez Arnal dejó en su capilla de la Coronación la más cumplida muestra pictórica del arte hispano-flamenco en la ciudad. Si bien el Renacimiento pictórico llegó a Teruel en tempranas fechas del siglo XVI, en arquitectura los tradicionalismos mudéjares persistieron, y el nuevo estilo fue introducido por obra de dos artistas franceses: Gabriel Yoli y Pierres Vedel. Durante la segunda mitad del siglo XVI fue introducido el Manierismo, mientras que el Barroco se debió fundamentalmente al fenómeno del mecenazgo episcopal, ya durante el siglo XVI, como consecuencia de la implantación de la política contrarreformista. La decadencia económica y cultural de Teruel se fue acentuando y el arte fue un claro reflejo, como vemos en el arte del siglo XIX, con débiles ecos de las modas neoclásica y romántica. Sólo a fines del primer decenio del siglo XX, Teruel despertó de su letargo, incorporándose al movimiento modernista, por obra del arquitecto catalán Pablo Monguió . La guerra civil supuso una renovación arquitectónica de la ciudad y la arquitectura moderna hizo acto de presencia en el perfil urbanístico.
-La catedral: Es el monumento cardinal de Teruel y en su origen fue la iglesia matriz de Santa María de Mediavilla, que en 1342 alcanzó la categoría de colegiata y en 1587 fue confirmada como catedral al crearse la sede episcopal. Cronológicamente, lo primero a estudiar debe ser la torre, fechada en 1257, que responde, en la opinión autorizada de Gonzalo Borrás, al modelo de torre-puerta, que habría de tener una gran transcendencia en el arte turolense; es uno de los primeros monumentos del mudéjar aragonés , con influencias manifiestas del mudéjar de ladrillo. Tiene planta cuadrada y tres cuerpos, con arcos entrecruzados y profusión de elementos de cerámica. En el interior del templo hay que tener en cuenta la evolución marcada por sus cinco reformas para comprender su estado actual. La fábrica es de tres naves, de mampostería y ladrillo, con la novedad de cubrir la central con un singular artesonado ; conocidas las fechas de 1257 para la torre y de 1335 para las obras de la cabecera, habrá que fijar la construcción del templo en ese lapso; en la fecha última el morisco zaragozano Juzaff debió de sustituir los primitivos ábsides románicos por otros gótico-mudéjares, de los cuales se conserva el de la capilla mayor. La nave central nos ofrece un hermoso cimborrio en el crucero, levantado hacia 1538 por Martín de Montalbán, y se hizo con relación al retablo mayor de Gabriel Joli ; es un ejemplo interesante del apego a las formas desarrolladas por arte hispanomusulmán en la mezquita de Córdoba, a raíz de la ampliación que llevó a cabo Al-hakam II . Resultó una obra muy española por ese maridaje de formas góticas, mudéjares y renacentistas. El obispo Martín Ferrer amplió la iglesia gótico-mudéjar con una girola y lamentablemente cubrió el viejo artesonado con una bóveda más baja, en obras realizadas de 1700 hacia 1720.
La pieza más famosa de la catedral turolense es el artesonado, armadura de par y nudillo, considerada como la primera de la España medieval por el desarrollo que en ella alcanzan los temas decorativos, religiosos y subhistóricos. Pese a estar amputado, tiene una longitud de 32 metros. Sobre su cronología reina el más absoluto silencio documental, y aunque en la reforma de 1335 participó el pintor zaragozano Domingo Peñaflor , no hay referencia en su intervención a tal obra. En otra ocasión pensamos que pudo haber sido realizada durante el primer cuarto del siglo XIV basándonos en la presencia documentada de los pintores Bernabé Allueva, Fortún Ximénez, Pedro Guarín y Juan El Pintor, en la citada época en la ciudad de Teruel. Si bien esto no lo prueba, es evidente que el artesonado fue obra de un equipo a juzgar por la diversidad de manos. En este artesonado vemos de manera más o menos clara cómo los mentores de aquella sociedad nos han dejado una muestra acerca de su imagen del mundo, de acuerdo con los esquemas de la cultura gótica francesa, especialmente con los pensamientos de aquel espíritu enciclopédico que fue Vicente de Beauvais, que concibió el mundo y la historia como un Speculum Majus. Mas si hubo un programa iconográfico, ya se hizo con poca coherencia y luego sufrió trastornos y amputaciones por lo que hoy resulta muy difícil su lectura.
El retablo mayor es la obra maestra del entallador francés Gabriel Joli , que firmó la capitulación en 1532. Tan grandiosa máquina está dedicada a la Asunción; por ello en el retablo se lleva a cabo la exaltación eclesial de María, así que se estructura con base en las notas distintivas de la Santidad y Apostolicidad, no faltan los ejes cristológicos y la consideración de la Antigua Ley como base de la fundación de la Iglesia. Parece clara la influencia de Berruguete sobre Joli, especialmente en las figuras del Apostolado. Disuena el ostensorio, que es barroco, realizado en 1739 por Francisco de Moya , con la colaboración de Juan Elías; el frontal del altar es rococó y está realizado en plata, como obra del artífice zaragozano Pedro Palacio, hacia 1750. Al fondo de la nave se encuentra el coro, obra de escaso interés, realizada en Tarazona y costeada por el obispo Martín Ferrer; lo más valioso es la rara pieza del pelícano, en latón dorado, realizada hacia 1500 por los talleres de Brabante. Mayor interés presenta la reja del coro, en estilo flamígero, creación del maestro Cañamache (1486).
Entre las capillas hay que destacar la de la Coronación o de los Pérez Arnal, que luego pasó a los condes de la Florida. Su extraordinario retablo pictórico tiene como tema la exaltación mariana, con premoniciones de la Inmaculada en un contexto de reyes y profetas bíblicos. Realizó el retablo hacia 1470 un pintor anónimo al que se ha querido identificar con Juan del Villar, activo en Teruel de 1450 a 1486. Bajo el obispado de Zolivera se hizo la girola, cuya capilla central está dedicada a la Inmaculada por el obispo Pérez de Prado, que la mandó decorar de 1730 a 1740 con un rico retablo y finas decoraciones de estuco en la cúpula. La capilla de Santa Emerenciana, patrona de la ciudad, se comenzó en 1700, pero el retablo se concertó en 1727 con el escultor José Corbinos. Durante la última reforma se dotó a la capilla del Venerable Aranda del retablo de la Visitación, pieza que fue de la destruida iglesia de San Juan, y obra probable del pintor renacentista Jerónimo Martínez .
Finalmente, hay que aludir a la sacristía, que guarda dos custodias , una de 1658, y otra barroca de 1742, debida esta última al platero cordobés Bernabé García de los Reyes; hay además un cáliz gótico y dos bustos-relicario de las santas Jerónima y Emerenciana, obras del siglo XVIII debidas al orfebre zaragozano Lamberto Garzo. Entre las pinturas del siglo XVI hay que destacar una tablita de la Virgen con el Niño, muy italianizada, y dos lienzos manieristas de la Resurrección y de Pentecostés.
-Iglesia de San Pedro: Ya existía en 1196, pero lo más antiguo que nos ha llegado es su torre, coetánea y hermana menor de la mencionada de la catedral. Al exterior destaca su bello ábside gótico-mudéjar, resaltado por el diseño y graciosa policromía; el interior es fábrica de una amplia nave gótica, cuya noble serenidad fue desfigurada por las decoraciones del siglo XIX. El retablo mayor recuerda por sus proporciones al semejante de la catedral; si bien nada se sabe sobre su autor, parece semejante al fragmentado de Cella y por tanto se podría atribuir a Cosme Damián Bas (mediados del siglo XVI). El retablo más importante es el dedicado a los Santos Cosme y Damián, del que Gabriel Joli se declaraba autor en 1537; está en la llamada capilla de los Amantes, porque en ella fueron halladas en 1555 las supuestas momias de los amadores turolenses. La más bella capilla barroca es la de la Concepción (1732-55), gracias al mecenazgo del obispo Pérez Prado, decorada con pinturas de Bisquert , firmadas en 1646. Contigua a la iglesia está la pieza en que se presenta el sarcófago de los Amantes: Isabel de Segura y Diego Garcés de Marcilla, personajes históricos a los que se supone envueltos por la leyenda de un amor romántico. El escultor Juan de Ávalos realizó los bellos sepulcros.
-Iglesia de San Martín: Mencionada a fines del siglo XII, está situada junto al legendario Portal de la Andaquilla. Lo más antiguo que hoy ofrece es su bella torre, de planta cuadrada, dando paso a una calle bajo su bóveda de cañón apuntado; verticalmente está dividida en fajas y entrefajas, con arquerías en losange, lazos ochavados, ventanales columnillas y el campanario propiamente dicho en una composición semejante a la del Salvador; destacan sus superficies bellamente cubiertas de diversos elementos cerámicos. Está fechada en época del juez Juan de Valacloche (1315-16). La fábrica actual del templo data de fines del siglo XVII: son tres naves y girola, con cubierta de bóveda de cañón con lunetos en la nave central, y de arista en las naves laterales. Al interior se guardan pinturas del siglo XVII, que son copias de Carracci y Guercino, y un lienzo de Santa Teresa, atribuido a Bisquert; el retablo del altar mayor fue costeado por el obispo Lamberto López (1701-17).
-Iglesia del Salvador: Iglesia hermana de la anterior, no sólo por estar citada en 1196 sino por tener una bella torre semejante y de la misma época que la mencionada de San Martín; pensando en su construcción ya se pedía dinero en 1277. De esta época tal vez date la pieza del Cristo de las Tres Manos, que formó parte de un Descendimiento, condenado a la destrucción por el dictamen de un obispo, que la consideraba falta de belleza. Hundida la iglesia anterior en 1677, la actual se construyó a fines del siglo XVII, y presenta una nave con capillas hornacinas, todo profusamente decorado con esgrafiados.
-Convento de San Francisco: En su origen estuvo unido a los mártires italianos Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato, hijos directos del mismo San Francisco, que lo habrían fundado hacia 1220. El arzobispo de Zaragoza, don García Fernández de Heredia , que era oriundo de Teruel, mandó construir el templo (1391-1402) a los maestros Conrat Rey y Gonzalvo de Vilvo, invirtiendo en ello más de 100.000 escudos. La iglesia es una fábrica de sillería, con una amplia nave, sin crucero y con capillas hornacinas, cubierta con bóvedas de crucería. En las dependencias del convento se guardan lienzos del siglo XVII de temática franciscana, y uno sobre San Buenaventura, obra del pintor Juan Alcaine (1719).
-Iglesia de la Merced: El último hito del gran arte mudéjar es la torre de esta iglesia, obra probable del siglo XVI; al interior del templo se guarda el retablo de San Jorge, obra de gran interés iconográfico, de autor desconocido, pero que identificamos con Jerónimo Martínez (1525).
-Acueducto de los Arcos: Es obra renacentista, que realizó Pierres Vedel (1537-58) siguiendo las pautas del Fuero de Teruel, así que cumple las funciones de abastecimiento de agua potable y del tránsito peatonal sobre el gran barranco que separa a la ciudad del arrabal.
-Casa de la Comunidad: Esta última obra del siglo XVI, construida precisamente cuando empezaban a decaer los privilegios medievales ante el poder creciente de la monarquía; no es obra aislada, forma escuela con otros edificios civiles de la provincia, como los consistorios de Alcañiz y Valderrobres.
-Palacio episcopal: La obra empezó a fines del siglo XVI, pero se continuó a lo largo del siglo siguiente y en la portada figuran los blasones del obispo Jerónimo Zolivera. En la galería del patio y salas se guardan tablas, lienzos y esculturas, base del futuro Museo Diocesano. Pieza fundamental es el Patrocinio de la Virgen, obra del siglo XV procedente de la iglesia de San Pedro, de autor anónimo calificado como maestro de Teruel, que acusa influencia flamenca; le siguen en valor las tablas de San Miguel y Santa Catalina, atribuidas por Gudiol a Lorenzo Zaragoza .
Otras obras del siglo XVII son las iglesias conventuales de Santa Teresa y las Claras; la primera es de una nave, con crucero y cúpula, y cubierta de medio cañón con lunetos; debió de ser terminada hacia 1660. La iglesia de las Claras ya existió en el siglo XIV, pero la obra destruida en la guerra civil fue de tres naves, y como la anterior tuvo los muros interiores recubiertos de estucados barrocos; fue decorada con frescos de Vicente Vidal, un discípulo de Palomino. Otra iglesia del siglo XVIII es la parroquial de San Andrés, de tres naves, con crucero cubierto de cúpula y pechinas adornadas con los blasones de los Muñoz, lo más notable es el retablo del altar mayor, obra rococó de la segunda mitad del siglo XVIII, que vino trasladado de la destruida iglesia de San Juan, lo mismo que el Cristo de la Misericordia o de los Membrillos. Por último, hay que mencionar una obra del siglo XVIII, la parroquia de San Miguel, con planta de tres naves, cubierta la central con bóveda de medio cañón con lunetos y cúpula sobre el crucero, mientras que las naves laterales lo fueron con bóveda de arista; diseñó la obra Martín Dolz (1737), pero la dirigió N. Calvo. La obra más importante es el retablo mayor, realizado por Francisco Moya (1750-55), bajo el mecenazgo del obispo Pérez Prado, lo que explica su dedicación a la Inmaculada.
-Arte de los siglos XIX y XX: El punto de partida del arte del siglo XIX fue el monumento de la plaza del Torico, erigido en 1858; en la vecina plaza del Palacio Episcopal fue elevado un monumento al Venerable Aranda, previo un certamen que ganó el arquitecto Garriga, aunque la estatua fue realizada por el escultor Carlos Palao . Estos monumentos del siglo XIX responden a un arte ecléctico y son poco expresivos.
La arquitectura plenamente modernista llegó a Teruel hacia 1910, y responde a una filiación catalana. El responsable de tal relación fue el arquitecto gerundense Pablo Monguió , cuya primera obra realizada en Teruel parece ser que fue la portada de la catedral (1909), donde se muestra ecléctico con una extraña combinación románico-mudéjar; la obra quedó paliada por la labor de forja del maestro turolense Matías Abad, que siguió la inspiración flamígera del maestro Cañamache. La primera obra netamente modernista de Teruel la realizó Monguió en 1910, en la Casa Ferrán, con puertas, balcones-miradores y óculos de diseño sinuoso y formas orgánicas, según había establecido Doménech. La creación más admirada de Monguió fue el famoso almacén de tejidos llamado "El Torico", en la céntrica plaza de Carlos Castel (1912), en la que introdujo el hierro como elemento decorativo, ya que usó de unas exóticas columnas de ese material fundido por Averly . En 1912 realizó un edificio público, la escuela del Arrabal, con un planteamiento totalmente distinto, por la combinación de materiales. Este recurso fue empleado por otro arquitecto en una obra ecléctica como el Casino, en la plaza de San Juan. Obra singular es la ermita del Carmen, realizada primero por el arquitecto Cortina a fines del siglo XIX y luego reformada por Monguió, que destacó su monumentalidad pese a su reducido tamaño; el ingrediente que anima a este monumento es la cerámica de la cubierta, siguiendo las directrices de Doménech en el Palacio de la Música (1907), de Barcelona, en el que aparece esa combinación de hierro, piedra y cerámica, elementos de gran poder sugestivo. Todavía quedan otras casas modernistas en Teruel, como "La Madrileña", en la plaza de Carlos Castel.
Desde el punto de vista urbanístico hay que mencionar el Viaducto , que favoreció y embelleció el acceso a la ciudad por la antigua carretera de Valencia; fue realizado en 1929 por los ingenieros Carlos Castel, Hue y Liñán. Otro acceso importante fue el de la Escalinata, que aunque penosa, impresiona fuertemente al viajero que llega por ferrocarril; esta gran escalinata salva el acceso entre la ciudad y la Estación del ferrocarril; cerca de su culminación se abre para acoger el relieve de Aniceto Marinas sobre los Amantes. Al otro lado del Viaducto se hizo en 1935 un monumento al ilustre turolense José Torán, por obra del escultor Victorio Macho.
• Bibliog.:
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Sebastián, S. y C. L. de la Vega: "Noticia iconográfica de la ciudad de Teruel", Teruel, núm. 53, 1975.
Borrás Gualis, G.: "La arquitectura modernista en Zaragoza", en Miscelánea en honor de Lacarra, Zaragoza, 1968.
• Música: Los Libros de Actas Capitulares dan noticias suficientes acerca de la constitución de la Capilla musical de la catedral de Teruel: seis infantes, cantores de música de órgano y canto llano, músicos de chirimías, bajón, cornetas, sacabuche, arpa... Hay órgano "grande" y "órgano chico", portátil. El primer maestro de capilla que anota el Libro de las Determinaciones y deliberaciones de los Cabildos... (1604) es Phelippe Balthasar, aún sin órdenes (1604-1630). Bajo su magisterio la Capilla la integran seis "infanticos de coro", cantores y músicos (Geronimillo, Bartolomillo, Blas, Bartolomé Pascual, Joan Gomes, tiples; Francisco Navarro, Martín Ximeno, contraltos; Amancio, "músico y thenor", Vicente Oller, "músico y cantor"; Bernad, "de poca voz aunque suficiente habilidad"; Bartolomé García y Castillo, cornetas; Pedro Navarro, bajón, teniendo como organista a Diego Muñoz (1619). Suceden como maestros de Capilla: Juan Brun (1631), Gaspar Queto (1631), L. Ramos (1632), Juseppe de Rada (1633), Martín, M. de Victoria (1638), Miguel Marqués, de Daroca (1644), Cristóbal Galán (1646), Gerónimo Murciano (1649), Miguel Tello (1652), Jusepe Alcalá, que venía de Cuenca (1664). Suceden como organistas : Bartolomé Llobera (1630), Juan de Rueda, natural de Teruel y organista del Santo Sepulcro de Calatayud (1632), licenciado Baptista González (1652), Vicente Pérez (1652), Gerónimo Iranzo (1657), etc.
Hay muy buenas relaciones entre el Cabildo y las capillas vecinas de Albarracín, Calatayud, Daroca, Segorbe y Cuenca. Se anota en las actas capitulares las salidas que hace la Capilla a Sarrión, Mora, Rubielos y Castelfaví. Se celebran con extraordinario relieve las fiestas de la Navidad y Corpus Christi, para las que se componen villancicos, pagándose un extraordinario a los músicos y "lo gastado en la danza que tuvieron los muchachos en la festividad del Corpus". El Cabildo se interesaba por adquirir obras de polifonía de los grandes maestros: se paga a Tomás de Victoria cuatro ducados por el Oficio de Difuntos (1606), y a Aguilera por los Magníficats diez ducados (1918). Estando por hacer un estudio más detallado de los maestros que sirvieron a la Cantoría de Teruel, a los señalados es justo nombrar a Antonio Gómez (siglo XVIII), maestro de capilla, al organista José Preciado (siglo XIX), y ya en nuestro siglo al maestro Gonzalo Arenal que lo sería después de Toledo, y al organista Antonio Canet. Fue José de Sesma quien montó el órgano de la catedral en 1682, destruido en 1937 por una bomba durante la guerra civil.
Faltos de un catálogo de obras y sin posible acceso al archivo musical, sólo podemos decir que hay abundantes libros de canto llano, incluyendo alguno obras de polifonía.
• Bibliog.:
Actas Capitulares de la S. I. Catedral de Teruel (1604 y ss.).
Actas Capitulares de la S. I. Catedral de Albarracín (1592 y ss.). Calahorra Martínez, P.: Historia de la Música en Aragón (siglos I-XVII), col. Aragón, Zaragoza, 1977.
Id.: La música en Zaragoza en los siglos XVI y XVII. I. Organistas, organeros y órganos, Zaragoza, 1977.
Muneta Martínez de Morentín, J. M.ª: Música de tecla de Albarracín, c. I, Música de órgano, Instituto de Estudios turolenses, 1981.
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