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Ciudad de la prov. de Zaragoza (a 83 km. de la capital) cabeza de la Comunidad histórica de su nombre , de la Comarca Campo de Daroca y de su partido judicial. Se encuentra situada en el cruce del valle del Jiloca, que pone en comunicación Calatayud con Teruel, y el eje que comunica Zaragoza con Molina de Aragón. Se emplaza, a 797 metros, sobre el cono de deyección del torrente de La Mina , afluente por la derecha del Jiloca , en el punto en que este río se ensancha y empieza a construir su vega. Su término municipal se extiende a lo largo de 52'2 km.2.
El emplazamiento primitivo de la fortaleza musulmana de Calat-Darawka (862) fue en la solana del cerro de San Cristóbal, pero el desarrollo de la ciudad bajo unas condiciones más pacíficas invitaron a ocupar el tramo final del torrente. Las inundaciones obligaron a mediados del siglo XVI a construir una mina o túnel de desagüe que desviara las aguas del torrente por el cerro de San Jorge hasta el Jiloca. A pesar de ello, siguieron las inundaciones -con menos frecuencia- en 1575, 1711, 1865, 1877, 1902 y 1915.
Daroca fue conquistada y fortificada por Alfonso I , ya que jugaba un papel estratégico en el sur de Aragón junto con su Comunidad. Desde 1239, en que posee los Santos Corporales , se convierte en lugar de peregrinación, especialmente el día del Corpus. El poblamiento se extendió descendiendo por los cerros en los siglos XIII y XIV, recibiendo en 1366 el título de ciudad . En el XV la ciudad había pasado a la otra vertiente y el eje del cono de deyección, prolongación del torrente, se convirtió en calle Mayor, en cuyos extremos se encontraban la Puerta Alta y la Puerta Baja de la Ciudad. La ciudad quedó cerrada por una amplia muralla torreada que se apoyaba en el cerro de San Cristóbal con su castillo, el cerro de San Jorge y el Castillo Mayor, dejando amplios espacios vacíos que albergaban a los ganados de la Comunidad durante las guerras.
Además de su papel militar, religioso y rector de la Comunidad, en el pasado Daroca desempeñaba una función artesanal (cueros, paños, tejidos, cuerdas) y comercial, con tres ferias anuales y mercado semanal los jueves. El planteamiento de la red nacional de comunicaciones a partir del XIX marginó paulatinamente a Daroca: primero fue, en 1826, la variación del trazado de la carretera de Madrid a Zaragoza en beneficio de Calatayud , después, en 1932, la inauguración de la vía férrea que une a Cariñena con Caminreal, poniendo en comunicación directa a Zaragoza con Valencia. No obstante, el actual proyecto de transformar la CN-330 en autovía (eje norte-sur) abre nuevas expectativas de desarrollo. De hecho, esta ciudad viene reivindicado, desde finales de los años noventa, el acercamiento de esta infraestructura a la población puesto que el actual proyecto (junio de 2000) pasa alejado de la población. Los darocenses defienden que esta autovía es vital para planificar su futuro y luchan para que su trazado final se acerque a la población.
Su declinar demográfico es patente: en 1960 tenía 3.256 habitantes de hecho, en 1975 había descendido hasta los 2.661 y en 1998 a los 2.309 hab. Solo en la primera década del siglo XXI ha parecido detener el notable descenso y en 2010 estaban censados 2.331 habitantes. El proceso de emigración que ha experimentado determina que su estructura demográfica presente elevados índices de envejecimiento, con un 30% de la población mayor de los 65 años.
Junto a su atonía funcional, el papel de centro rector de comercio y servicios en su comarca se ha visto mermado por la atracción de los centros próximos de Calatayud y Calamocha (antigua villa de la Comunidad de Daroca .). La proximidad de estas ciudades (consideradas como cabeceras supracomarcales ) junto al hecho de enclavarse en un contexto territorial que registra la densidad demográfica más baja de la provincia de Zaragoza (apenas 6 hab./km.2), determinan que esta ciudad encuentre serias dificultades para su expansión. No obstante, el ser cabecera de la comarca que lleva su nombre, comarca formada por municipios de muy pequeño tamaño que deben desplazarse hasta Daroca para abastecerse de cualquier tipo de servicios, constituye un factor favorable para especializarse en servicios orientados a cubrir las necesidades básicas del resto de la comarca.
Economía. La agricultura se caracteriza por un predominio de los cultivos de secano, apenas un 8% de la superficie se ha transformado en regadío. Se trata pues de una agricultura poco competitiva en la que destacan los cereales de secano y los cultivos leñosos como la vid y almendro (ver tablas de la comarca). La ganadería tampoco constituye un recurso destacado, apenas 1.700 cabezas de ovino, el vacuno casi no tiene presencia, el porcino cuenta con unas 400 cabezas reproductoras y otras 7.400 de cebo, completando los censos ganaderos unas 150.000 aves. La industria apenas registra 40 de las licencias de actividades económicas (el 9'9% del total), siendo la mayor parte de ellas de pequeño tamaño. Entre ellas destacan las agroalimentarias: repostería, pastelería y alimentación en general, junto a otras textiles. Para potenciar el desarrollo industrial se ha impulsado un polígono industrial de 285.780 m2. Como se ha avanzado, la mayor parte de la actividad se concentra en los servicios, donde se concentra el 80% del conjunto de las licencias de actividad (IAE), de las cuales el 35% (111) son establecimientos comerciales. Dentro de los servicios públicos es de destacar la presencia del Centro Penitenciario que con sus 220 funcionarios (y sus familias), junto a otros funcionarios de la enseñanza, sanitarios, Administración Autonómica y Local conforman el grupo más numeroso, y de estructura demográfica más joven, del conjunto de la población.
• Bibliog.:
Terán Álvarez, M. de: "Calatayud, Daroca y Albarracín"; Estudios Geográficos, n.° 6, Madrid, 1942.
• Encicl.: Daroca es un ejemplo de villa medieval, cercada de murallas con numeroso torreones, de las que aún se conservan cinco puertas y dos castillos, siendo todo el conjunto gótico y mudéjar. El conjunto monumental de la Ciudad de los Corporales (llamada así por guardar en el relicario de su colegiata de Santa María las formas ensangrentadas testimonio del milagro operado en el valenciano castillo de Chío, durante la guerra contra los moros) figura entre los más importantes de nuestra región. Fue la ciudad de las siete iglesias y las siete plazas. Cada época ha ido dejando su huella en la ciudad, ya que fue la Dareck de los fenicios, la Agiria romana y la Calat-Darawka de los árabes, hasta llegar a la actual Daroca.
Desde la llamada Puerta Alta, la Calle Mayor baja en pendiente hasta enlazar con la Puerta Baja o Fondonera. A la salida de esta puerta se halla la famosa fuente renacentista de veinte caños, y frente mismo, el parque con el monumento al Ruejo , en recuerdo de que fue esta enorme piedra circular la que salvó a la ciudad de una inundación, cuando, en medio de torrencial lluvia, quedó taponada la puerta Baja, y el ruejo, inesperadamente, se puso en pie y bajó rodando para romper el dique que contenía el agua, hecho que maravilló a toda la población.
El Corpus en Daroca, fecha en que celebra sus fiestas mayores, tiene fama en toda la región. Se rememora el milagro de los corporales, y hoy como ayer vuelven a reunirse en la ciudad, al conjuro de esa fecha, gentes de Valencia y Aragón. Nunca falta una nutrida representación de Chiva, con las primeras autoridades al frente.
El 26 de mayo de 2000, el pastelero Manuel Segura, abrió al público un "Museo de la pastelería", en la calle Santa Lucía en el que se pueden contemplar útiles y enseres de obrador utilizados desde 1874 (moldes, morteros, tostadores, troqueladores de adoquines...). Posee una planta dedicada al chocolate, otra a los caramelos, salas del turrón, de los pasteles, etc.
• Hist. Med.: Daroca fue reconquistada probablemente a principios de 1122 por Alfonso I , quien le otorgó un primitivo fuero, hoy desconocido; posteriormente, en 1142, Ramón Berenguer IV le concedió el fuero definitivo. Se trata de un "fuero de frontera", cuyas disposiciones resultaban muy favorables para sus habitantes en comparación con la legislación general de la época. Salvo esporádicos momentos, Daroca fue villa de realengo, manteniendo una total independencia de cualquier señor y dependiendo sólo directamente del rey; desde un principio formó parte de las ciudades aragonesas que tuvieron escaño en Cortes.
Hasta la conquista del territorio turolense, y aun después, Daroca fue la principal frontera aragonesa contra los musulmanes, así, tuvieron las milicias de Daroca una destacada actuación en la conquista del reino valenciano, en la toma de Valencia, Jaime I les concedió las armas reales, y en la batalla de Chío se produjo, según la tradición, el milagro de los Corporales . Durante los enfrentamientos entre Pedro IV y la Unión , Daroca estuvo al lado del monarca, participando en la batalla de Épila . En la guerra contra Pedro I de Castilla, y a pesar de la conquista de Calatayud y Cariñena, Báguena y otros lugares de su Comunidad, Daroca resistió el asedio del castellano, lo que le valió la concesión de la categoría de ciudad el 26-VI-1366.
La vida de la ciudad se hallaba regida por el concejo , cuyos principales miembros eran el justicia, juez, jurados (en número de 7), almutazaf, escribas, mayordomos y otros oficiales de menor importancia. La permanencia en los oficios municipales era anual y eran elegidos por el concejo; al justicia lo elegía el rey de una terna presentada por el concejo, y el juez y los jurados lo eran directamente, todos ellos el 1 de enero. La elección de justicia, como primera autoridad de la ciudad, no siempre estuvo exenta de problemas, debido sobre todo a la injerencia real.
En el plano económico, la agricultura y la ganadería fueron la principal ocupación de sus habitantes; esta última actividad motivó numerosos enfrentamientos entre el concejo y los ganaderos, que hicieron necesaria la intervención del Justicia de Aragón y del rey. Existió, además, una caldera para teñir paños, de posesión real, que a partir de 1311 podía usarse gratuitamente; destacó también la orfebrería, poseyendo los orfebres darocenses punzón propio desde 1352. En el plano comercial era de gran importancia la feria , existente con carácter estable desde 1294 por concesión de Jaime II ; se celebraba del 1 al 15 de septiembre, hasta que, en 1363, Pedro IV la amplió a treinta días.
Coexistían tres grupos sociales: cristianos, judíos y musulmanes, que disfrutaban del mismo fuero y privilegios, aunque con organización social y tributaria separada. Hubo problemas con los judíos debido a su dedicación a operaciones de préstamo. En el campo de la enseñanza tenemos noticia de un Estudio de Artes (Studium Artibus) desde 1311.
• Bibliog.:
Esteban Abad, R.: Estudio histórico-político sobre la ciudad y comunidad de Daroca; Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1959.
Quílez Burillo, S.: Estudio de un cartulario de privilegios de la ciudad de Daroca; tesis de licenciatura inédita, Zaragoza, 1978.
• Arte: La ciudad de Daroca se desarrolla por una necesidad militar, la de crear una plaza fronteriza más fuerte, más económica y mejor defendida por el terreno, frente al reino moro de Valencia. Surge una ciudad enclavada en lo profundo "de un barranco muy desacomodado para la población", con un gran cinturón de murallas prácticamente inexpugnable, y capaz de albergar gran número de gente, con sus ganados y pertrechos. Esto originó un urbanismo especial: una gran calle, la Mayor, que es río intermitente, y otras calles importantes que son barranqueras y siguen las líneas de máxima pendiente, la Grajera, Valcaliente, etc.
-La muralla: Sigue la cresta de los montes que cierran este hoyo, desde San Cristóbal a San Jorge; es obra de tapial, que estuvo forrada de ladrillo en muchas de sus partes. Tuvo un foso delante y varios portillos militares, y se halla salpicada de bastiones; tiene, además, un castillo, dos puertas fuertes y doce torreones: el muro de las Cinco Esquinas, el del Jaque, el de San Cristóbal, el de los Tres Guitarros, el de la Judería, la torre de Cariñena, etc. El castillo tiene fundamentos islámicos que pueden verse en la base de su torre, de donde arranca un pozo para coger agua conocido como Morica Encantada; ésta es posible obra musulmana, pero es sistema de tradición romana.
La muralla, en su conjunto, es obra continua de los siglos XII al XIX, pero la principal obra se debió de realizar en los siglos XIV y XVI. La Puerta Baja está entre dos grandes torreones coronados por matacanes y merlones, en uno de los cuales resplandecen las armas de Juan Diez de Aux , conquistador de Daroca; en época de Carlos V fue agrandado el portal hasta quedar como hoy se ve. Estuvo adornada por una complicada bóveda de yesería gótica, y da salida a la carretera de Madrid. La fuente de Veinte Caños es obra de mediados del siglo XVI, contemporánea de la reforma de la puerta. El Portal de Valencia, así llamado por ser la antigua salida de dicha carretera, es obra del siglo XV. La Puerta Alta es obra reformada en el siglo XVII.
-Arquitectura civil: A lo largo de las calles encontramos abundantes casas antiguas, de buena factura, si bien el ladrillo -que es el material usual- les da aspecto humilde. En la Calle Mayor, 22 (plaza de San Pedro), destaca la casa de la Comunidad del siglo XVIII; en los números 75-79 de la misma calle, la llamada Casa de los Luna, obra mudéjar del siglo XIV, con alfarjes policromados con los escudos de la alta nobleza aragonesa, e interesantes yeserías en su patio; en el número 120, la llamada Casa de la Cadena, que fue del arzobispo Martín Terrer de Valenzuela y familia, obra de principios del siglo XVII. En la calle de la Grajera, 7, el actual casino, fue casa de los Bernabé, del siglo XVII; en el 6, la casa prioral, con el blasón de Juan Marco Lozano, de finales del siglo XVI, la número 10 tiene una ventana ajimezada, gótica del siglo XV. La plaza de la colegial tiene unos antiguos soportales con casas que parecen de los siglos XVII y XVIII.
-Iglesia parroquial: Fue basílica colegial desde 1377, y por ello se le conoce con el nombre de "la colegial de Santa María", o de Nuestra Señora de los Corporales. La iglesia actual se hizo entre 1585 y 1592, según trazas renacentistas, pero con tradición gótica, y fue su constructor Juan Marrón. La puerta principal es obra de 1603, realizada por los canteros Laroza, Pontones y Aguilera, pero en 1675 aún no se habían hecho las esculturas. Es una iglesia de tipo de salón, de tres naves con capillas entre los contrafuertes, y cabecera con coro al "modo romano"; igualmente se hizo un baldaquino a imitación del que se halla en el Vaticano, costeado por Marín Terrer. El grupo de la Anunciación fue esculpido por el zaragozano Francisco Franco en 1682. El coro y órgano pertenecen a la antigua iglesia y son obra del siglo XV. Este órgano está considerado como de los mejores de España, y en él fue maestro el célebre Pablo Bruna ; lo adorna un balconcillo con un mensario, sus correspondientes signos del zodíaco y las festividades principales de cada mes, obra del XVII.
Esta iglesia actual se hizo sobre la antigua románica, lo ancho por lo largo de la vieja, de modo que en los pies de la actual puede reconocerse la anterior. La antigua iglesia era de tres naves, y su cabecera fue la actual capilla de los Corporales; opuesta a ella, la puerta principal, del Perdón. Es obra de los últimos años del siglo XII y de los primeros del XIII. Llama la atención, al exterior, el particular sistema de montar el tejado, sobre modillones que apean en arquillos.
La puerta del Perdón presenta en su tímpano la visión del Apocalipsis: Cristo triunfante entre el sol y la luna, y ángeles que portan los instrumentos de la Pasión; es adorado por la Virgen y San Juan, que interceden por los hombres, los cuales son despertados de sus tumbas por ángeles trompeteros. Es obra del siglo XIV que fue remodelada arquitectónicamente en el siglo XV. La torre es de piedra sillar, obra de 1441, costeada por doña María , la mujer de Alfonso V , y enfunda otra anterior, mudéjar, de los siglos XIII y XIV.
Al interior de la iglesia, comenzando a la mano derecha de la entrada, se suceden distintas capillas: la primera, la capilla del Patrocinio, cuya reja y frontis son de los primeros años del siglo XVI, era capilla funeraria de Juan Ruiz de Azagra; el retablo es una bella obra de alabastro inglés de la escuela de Nottingham, del siglo XV.
La segunda, la capilla de la Anunciación, fue de la familia Terrer de Valenzuela, y en ella está enterrado el arzobispo Martín Terrer : fue su hermano Pedro quien la costeó, y se realizó en 1609. El retablo lo labró Juan Miguel de Orliéns , dejando un magnífico testimonio del llamado manierismo romanista; los temas del retablo están extraídos de la vida de la Virgen y Cristo, y en los muros encontramos pinturas con narraciones referentes a Melquisedec y a Moisés, que son alusiones eucarísticas.
La tercera, la capilla de los Corporales, es la antigua cabecera de la iglesia románica. Es una afortunada (y rara en España) construcción de tipo franco-flamenco a modo de jubé, o separación del altar del antiguo presbiterio. Forma todo un conjunto unitario, labrado en piedra blanca a lo largo del siglo XV. Parece que se empezó por encargo de Juan II de Aragón y se terminó con el Rey Católico; en ella pudo trabajar el escultor darocense Juan de la Huerta , que sirvió en la corte de Borgoña, y asimismo Pere Johan , que trabajaba en el retablo de La Seo de Zaragoza; de todos modos, pueden apreciarse por lo menos tres facturas sucesivas. A finales del siglo XVII se abrió el óculo que sirve de ostensorio y se pintaron las figuras con ribetes y lunares dorados. Llaman la atención los relieves del jubé que narran la historia del milagro de los Corporales, con un hábil y gracioso trabajo lleno de detalles documentales de la época.
La cuarta, la capilla de Santa Ana y entrada a la sacristía, era uno de los ábsides laterales de la antigua iglesia, que se conserva casi intacto; en el suelo, cinco laudas sepulcrales de ilustres canónigos, de las que cuatro son del siglo XVII y una fechada en 1467. La quinta es la capilla de Santo Tomás, que contiene un llamativo retablo del siglo XVIII. La sexta, la capilla de San Miguel, cobija el retablo mayor de la antigua iglesia de San Miguel, que es una de las más importantes obras de pintura aragonesa de finales del llamado estilo internacional, hacia 1440. La séptima es la entrada al museo, que se encuentra en la antigua sacristía, la cual fue costeada por el arzobispo Martín Terrer, y hoy custodia un conjunto muy importante de piezas. Figura en octavo lugar la capilla de la Visitación, con un retablo del siglo y en noveno, el coro y el órgano. La décima es la capilla de la Soledad, con un retablo del siglo XVIII. Sigue la capilla del Cristo, con rico retablo de finales del siglo XVII en escultura policromada de mediana factura; en el suelo, siete lápidas sepulcrales de los siglos XV al XVIII. Por último, la capilla de San José fue privada, de la familia Celaya; está llena de pinturas en lienzo alusivas a la vida del patrono, obras de la segunda mitad del siglo XVIII; la pintura de la cúpula es obra firmada por Mariano Miguel en 1897.
-Museo: En él se guarda una de las mejores colecciones de pintura de los "primitivos aragoneses", del siglo XV. Destacan, en el estilo internacional, el retablo de San Pedro, anterior a 1120, en el estilo de Nicolás Solana; restos de un retablo dedicado a la Virgen y de otro a San Gilberto, dentro ambos del estilo del maestro de Langa, obras del segundo cuarto del siglo XV. De lo que se ha llamado pintura hispanoflamenca se conservan obras de calidad inigualable, como las tablas conservadas de un retablo dedicado a Santa Engracia, obra del famoso pintor cordobés Bartolomé de Cárdenas, "el Bermejo", que casó y tuvo taller en Daroca en torno a 1475; éstas son la conocida predela de San Onofre, San Pedro Mozonzo, la Resurrección, San Braulio y Santa Catalina de Siena, otra tabla con un Descendimiento de la Cruz, y un fragmento de otra con la prisión de Santa Engracia. El retablo de San Martín es obra atribuida al círculo de Bermejo y en concreto al pintor Martín Bernat, pero en la predela puede verse dificultosamente una fecha de 1503. El retablo de Santo Tomás, una predela con los cuatro evangelistas y un retablo dedicado a San Fabián y San Sebastián (cómodamente identificado por algunos como San Huberto) son obras maestras de un original taller bilbilitano-darocense que dirigían Pablo de Aranda y Juan Cardiel en los últimos años del siglo XV, al que no le faltan intencionados rasgos mudéjares. Un conjunto de tablas sobre el suceso de los Corporales y retratos de los Reyes Católicos con sus hijos don Juan y doña Juana que se han fechado en 1492. Una bella Epifanía de claro tipo flamenco, fechable a mediados del siglo XVI. Una Sagrada Familia de estilo manierista italiano de hacía 1585. Una copia de Caravaggio con el tema del Sacrificio de Isaac. Un lienzo de Santiago Rusiñol de hacía 1898 y, sobre la puerta, el retrato de don Martín Terrer de Valenzuela, quien costeó múltiples obras en esta colegial.
En escultura destaca la antigua patrona, llamada la Virgen Goda, obra del siglo XIII. En platería llaman la atención sobre todas dos piezas: la arqueta de los Corporales, con relieves repujados del siglo XIII, y la custodia relicario, obra de Pedro Moragues en 1384; después, una colección de cruces procesionales de las distintas parroquias de la ciudad, labradas en los siglos XV, XVI y principios del XVII; también una jarra y un juego de altar de taller zaragozano de principios del siglo XVIII.
Es rica la colección de ornamentos sagrados, desde el siglo XV al siglo XIX, con bellas obras de bordados de imaginería, así como otras labores lujosas del siglo XVII en sedas con temas de flores; del siglo XVIII es famoso el terno del Corpus, con lentejuelas de oro, y del XIX el de difuntos, bordado con azabache.
-Iglesia de San Juan: Es obra comenzada en románico en piedra, y concluida en ladrillo en los primeros años del siglo XIII; ésta y la torre de Santo Domingo son las obras mudéjares más antiguas de Aragón. El alero sigue el sistema peculiar de la antigua colegial, pero realizado en ladrillo. Al interior aparece el ábside, decorado con pinturas dedicadas a San Juan Bautista y realizadas en el siglo XIV, y en la parte inferior se descubre la primitiva ornamentación de arquillos ciegos.
-Iglesia de San Miguel: Es obra en su mayor parte del siglo XIII, siguiendo el sistema del románico tardío, muy similar al planteado en la antigua colegial, pero más evolucionado y rico en el exterior. En el siglo XVII sufrió total transformación, que enmascaraba su interior con bellos esgrafiados, suprimidos tras la restauración en torno a los años de 1965. El coro es del siglo XVI y su sillería está fechada en 1540; tiene una capilla de la familia de Heredia, obra del siglo XVII, con retablo del siglo XVIII. El ábside aparece decorado con pinturas al fresco realizadas en la segunda mitad del siglo XIV; su tema es el de la Coronación de la Virgen entre ángeles y apóstoles. Tuvo en el lado del crucero de la epístola otras pinturas de la misma fecha con el tema de Santo Tomás Apóstol y la Santísima Trinidad, realizadas en sufragio del alma de don Gil Garlón, tenente del regimiento de Daroca, y que hoy se custodian en el museo de Zaragoza.
-Iglesia de Santo Domingo de Silos: La mayor parte de la construcción es también del siglo XIII, de la que queda visible la torre, empezada en piedra y continuada en ladrillo, bella y antigua obra mudéjar con ventanas en arcos mixtilíneos; de la misma época es la parte inferior del ábside, el cual seguidamente se continuó, también en piedra, pero con pequeños estribos góticos sobre los baquetones de tradición románica, hecho que se debió a plantearse bóveda de crucería donde antes habían planeado hacerla de horno, quedando así una extraña solución yuxtapuesta de románico y gótico. El interior es una planta de salón de tres naves con bóveda de crucería simple de ladrillo, de trazado mudéjar, que sin duda carga sobre pilares cruciformes hoy forrados. A finales del siglo XVII se le cambió la orientación, abriéndose una amplia cabecera en los pies y forrándose los pilares: así la cabecera antigua quedó para el coro y el órgano. Este coro llama la atención por ser una escultura popular realizada y firmada por el eclesiástico Juan Francisco Rodríguez y Setién. La iglesia alberga hoy un copioso museo de obras procedentes de las distintas iglesias darocenses restauradas. Destacan los retablos del siglo XVI dedicados a San Juan Bautista, a San Gregorio, el de los Desposorios de la Virgen y San José, el de la Virgen de Loreto, el de la Inmaculada, el del Salvador. Hay otros del siglo XVII y XVIII, así como otras piezas de variada factura e iconografía.
-Convento de Escolapios: Es una obra de mediados del siglo XVIII, de envergadura y belleza notables, realizada toda en ladrillo; destaca su fachada de cuatro plantas, que tuvo ventanas y balcones bordeados por graciosas molduras mixtilíneas de ladrillo aplantillado, y separados por pilastras; al interior tiene un bello claustro, también en ladrillo, de tres pisos con arcos y ventanas molduradas y pilastras toscanas; es sobrio y bello como pocos.
-Iglesia del convento de Santa Ana: Es la del antiguo hospital de San Marcos; aquí es donde la mula del milagro depositó los Corporales, historia que recoge el tímpano de la puerta, obra de mediados del siglo XV. La iglesia es también del siglo XV, de nave única, capillas entre los contrafuertes, y bóveda de crucería realizada en ladrillo al modo levantino; debió de sufrir algún arreglo a finales del siglo XVII. El altar mayor es de mayor tamaño que calidad, realizado en las proximidades de 1730. Además de unos retablos del siglo XVII y XVIII, tiene un retablo dedicado a la Virgen del Pilar, obra bastante cuidada de mediados del siglo XVI.
-Iglesia del convento de Nuestra Señora del Rosario, de madres dominicas: Es una humilde construcción de ladrillo de nave única y bóveda de crucería, sin capillas, realizada en el siglo XV. En 1964-65 fue restaurada y se adornó con lienzos del zaragozano A. Cañada.
-Ermita de la Virgen de Nazaret: Situada al final de la calle de la Grajera, casi debajo del castillo, es una ermita rupestre de gran devoción local; custodia un retablo del siglo XVI dedicado a la Virgen del Rosario, de delicada factura, así como un Cristo de la misma época.
Tuvo Daroca otras iglesias y conventos hoy desaparecidos.
• Bibliog.:
Esteban Abad, R.: Estudio histórico político sobre la ciudad y comunidad de Daroca; Inst. Estudios Turolenses, Teruel, 1959.
Esteban Lorente, J. F.: Museo colegial de Daroca; Min. E. y C., Madrid, 1975.
Rodríguez Martel, J. A.: Antigüedad célebre de la santa iglesia colegial de Santa María la Mayor de Daroca, año 1675; Imprenta Fortanet, Madrid, 1877.
Torralba, F.: Iglesia colegial de Santa María de los Santos Corporales de Daroca; Inst. "Fernando el Católico", Zaragoza, 1974.
• Música: Una rica vida musical corresponde a la intensa historia de Daroca. Tenemos noticia de sus juglares y músicos ya en el siglo XIII, en tiempos de Jaime I "el Conquistador". Esta preeminencia de la música se muestra en el mural del ábside de San Miguel, en el que doce ángeles muestran instrumentos músicos propios de la segunda mitad del siglo XIV. En el XV, el darocense Juan de la Huerta esculpe en la nueva bóveda de la capilla de los Corporales un conjunto de cuarenta y ocho ángeles músicos, de los que unos treinta llevan instrumentos medievales en sus manos; al mismo tiempo que los pintores dejan en los retablos, hoy en el Museo de la colegial, grupos musicales que nos hablan de la vigencia de la música en la vida de Daroca.
De este siglo XV es la primera noticia de sus órganos , tema de importancia en esta ciudad: Pascual de Mallén los construye para Santa María en 1488 y 1498. Juan de Córdoba planta otros en 1511; y son los organeros Puche quienes cuidan de estos órganos hasta que, primero en 1569 y después en 1597, Guillaume de Lupe trabaja en Daroca, construyendo el importante órgano que tañerá Pablo Bruna . Un siglo más tarde Juan de Longás y Nicolás Salanova lo aumentarán y perfeccionarán, siendo últimamente restaurado en 1964 por Gabriel Blancafort. Las numerosas iglesias de Daroca tendrían sin duda su órgano. La de Santiago encarga uno en 1548 a Juan de Córdoba; en la que en 1722 plantará uno nuevo Fermín Usarralde , hoy en el lugar de Encinacorba (Z.). Para la de San Miguel construye uno, en 1565, Guillaume de Lupe; en la que todavía hoy encontramos la estructura de un viejo órgano. Santo Domingo tiene uno grande y completo, del siglo XVIII. Y representando a los conventos un día existentes en Daroca, el del Rosario posee uno de una cierta antigüedad.
Correlativos a los órganos, los numerosos organistas , de los que destacamos en el s. XVI a Juan Oriz, titular después en La Seo de Zaragoza; a Juan Castillo y Martín Soriano; en el XVII, a Miguel Gil, y de manera especial a Pablo Bruna y a sus discípulos Diego Xaraba y Bruna, Pablo Nassarre , Rafael Escuín y Diego Montestruque.
Sólo la colegial de los Corporales tuvo capilla de música estable. Su primer maestro conocido es Jerónimo Abadía, en 1563. Desde 1581, por lo menos, a 1585, en que muere, lo fue Melchor Castrillo, que había venido de Calatayud. Los maestros Zorrilla y Ponce ocupan los últimos años del siglo XVI. En el XVII, Miguel de Aguilar lo es en 1635, y al siguiente año pasa a la capilla de Huesca . Le sucedió Íñigo F. Camargo, quien fallece el año 1637. Brevemente ocupará su puesto Urbán de Vargas, que era maestro en Calatayud . Jusepe de Ascoz le sigue hasta 1641, en que figura rigiendo la capilla Miguel Juan Marqués. Fausto de Navarra lo hará en 1647; y Francisco Christóbal en 1654. Desde 1653 a 1658 ocupa el cargo Joseph del Mas, a quien sucede Bartolomé Ximénez, que muere en 1660. Desde esta fecha a 1669, en que se fue a la de Huesca, tiene el magisterio de capilla Juan Baraza. Entonces fue nombrado maestro Pablo Bruna, hasta 1677, en que lo fue Juan de Torres, quien marcha a Barbastro en 1678. De 1679 a 1684 lo será Pablo Carpí, discípulo de Diego de Cáseda . Domingo Ximénez vendrá de Nájera a esta capilla de Daroca, que regirá en 1684-85. En 1685-86 lo hará Miguel de Ambiela . Y hasta 1692 el maestro es Mateo Villavieja, a quien sucederá su hermano Joseph Torres y Villavieja, quien en 1703 obtendrá el magisterio de la de Calahorra. Le sucede Felipe Hernández en 1704, hasta 1710 en que José Zabal es nombrado maestro, y lo seguirá siendo todavía en 1736.
Curiosamente, el Archivo Musical de la colegial de Daroca guarda obras de los maestros de los siglos XVIII y XIX, y ninguna de los maestros citados, cuyas composiciones se detallan en inventarios de los siglos XVI y XVII. Junto a los maestros habría que reseñar a los cantores y ministriles, a los que vemos actuar no sólo en la colegiata, sino en las numerosas fiestas cívico-populares y religiosas que tenían lugar.
• Bibliog.:
Calahorra Martínez, P. "Pablo Bruna, ´el Ciego de Daroca´"; Anuario Musical, vol. XXII, Barcelona, 1969.
Id.: "Dos inventarios de los libros de coro y de canto de órgano de los siglos XVI y XVIII en la Colegial de Santa María la Mayor y de los Corporales de Daroca y dos pequeñas crónicas darocenses para la historia de la música en dicha ciudad en aquellos siglos"; Revista de Musicología, vol. III, 1980, n.° 1.
• Archivo musical de la Colegiata de Santa María y de los Sagrados Corporales de Daroca. El notable desarrollo de la música en Daroca ya desde épocas pretéritas, halla su culmen en los siglos XVI y XVII, especialmente en este último, en la figura del organista de la colegial Pablo Bruna . Son pocos los maestros de capilla de la colegial en el s. XVI que conocemos, pero el desarrollo de la música en la Colegial lo muestra plenamente un Inventario de los libros de canto de órgano, escrito a finales de este siglo. Muestra en primer lugar los numerosos libros corales y misales que tenía la Colegial, entre los que destacamos el Inventario Zaragozano de Pedro Ferrer , de 1559, y los libros litúrgico-musicales editados por los arzobispos zaragozanos, Alonso , Juan II y Hernando de Aragón . Una veintena de códices polifónicos están reseñados en el Inventario. En los mismos están representados los clásicos hispanos de la época encabezados por los nombres de Morales y Guerrero, en un numeroso conjunto de misas, salmos, motetes y otras varias composiciones; obras que, por lo general, se dan anónimas, y de las que se nos dice que algunas tan interesantes como las de un libro de todos los villancicos de Navidad, ya entonces había desaparecido, puesto que lleváronselo. Un dato del Inventario nos introduce en el tema del teatro religioso en Daroca, superviviente sin duda en la misma desde la Edad Media, donde éste tiene su origen, al indicar que en el Archivo se guardaban cinco cuadernos en que están los pastores: los que tañen con algunos motetes, con ello nos hablan de la participación musical de los pastores en una representación del misterio navideño.
El Inventario correspondiente al siglo XVII lleva la fecha inicial de 1635 en que el maestro de capilla Miguel de Aguilar revisaba el elenco de las obras del anterior inventario y escribía la lista definitiva de los fondos musicales del archivo en aquel momento; inventario que se fue acrecentando en las ocasiones en que los maestros de capilla de la Colegial se ausentaban de Daroca y entregaban el archivo musical a su sucesor, o era éste el que daba el conforme sobre lo que se le entregaba, con la presencia de algunos canónigos, y en ocasiones del mismo Pablo Bruna. El maestro Miguel Juan Marqués firmará el recibo de los libros de la capilla en 1641, y en 1647 dará su conformidad a cuanto se le entregaba al maestro Fausto de Navarra. No deja de anotarse en alguno de estos documentos la provisionalidad de siempre de los libros y papeles de las capillas de música, al advertir de algunos de los libros que se citan que éste ni se sabe cuándo se perdió ni quién lo perdió. Por el contrario, al dejar en 1654 el magisterio de la capilla el maestro Francisco Cristóbal, éste añade al inventario la lista de sus propias composiciones compuestas durante su permanencia en el cargo.
Este inventario presenta veintiún libros de polifonía, grandes y pequeños, y asimismo veintiún juegos de partes separadas, sumando todos ellos, en conjunto un alto número de obras, muchas de ellas sin especificar ni darnos los nombres de sus autores, mientras que de otras se especifican su género junto con los nombres de sus autores, que son los de los mejores de aquellos siglos, como Morales, Palestrina, Victoria, Guerrero, Escobar, Vicencio Lusitano, Richafort, Jacquet, Sebastián López Velasco y, cómo no, también Melchor Robledo, el maestro de La Seo zaragozana hasta 1586 y que tanto influyó en la música aragonesa de los siglos XVI y XVII; incluyendo también en la lista de autores a los maestros de la Colegial en el XVI, Jerónimo Abadía, Zorrilla, Ponce, y Melchor Castrillo, y Manuel Gil, y Francisco Christóbal en el XVII.
Después de haber conocido estos inventarios del archivo municipal de la Colegiata de Daroca de siglos pasados, se hace más patente la notable depauperación del mismo y deterioro de sus obras, muchas de ellas incompletas por pérdida de alguna de las partes. Hoy tan sólo hallamos tres códices polifónicos, copias posteriores de los originales, y que nos han conservado una obra polifónica de Pablo Bruna, se conserva una serie relativamente numerosa de misas y diferentes obras de Francisco Javier García el Españoleto, alguna obra suelta de otros maestros zaragozanos como Joaquín Laseca, Miguel Ambiela; muchas, como hemos indicado, incompletas por la pérdida o extravío de una o de varias particellas de las que se componía la obra. Por otra parte, cosa no infrecuente, por desgracia, también en otros lugares, los conductos del aire del órgano de la Colegial están forrados con particellas provenientes del archivo musical de la misma, con el consiguiente deterioro patrimonial del mismo.
• Hist. Mod.: Daroca en las centurias de la Modernidad mantiene sus condicionantes de carácter geoestratégico, que la caracterizaron en los siglos anteriores, desde su reconquista por Alfonso I el Batallador. Guardiana del camino real que unía Zaragoza con Castilla la Nueva, a traves de Molina de Aragón, capital de la extremadura aragonesa, su frontera se verá objeto de correrías y pillaje por los fronterizos castellanos en una zona en que los límites nunca fueron demasiado precisos. Sin embargo, al pacificarse la frontera, Daroca pierde su principal objetivo como baluarte y, al frente de la Comunidad que lleva su nombre, desarrollará una política de apoyo a la monarquía, participando en la medida de sus posibilidades en los servicios económicos y de armas que se le exigen desde la Corte y apoyando la causa del pretendiente austríaco -causa legitimista- en el conflicto sucesorio que enfrentó los distintos intereses de los reinos españoles tras la muerte de Carlos II .
Al comienzo del reinado de Fernando II (1479), la ciudad albergaba una población importante y laboriosa en la que convivían separadamente cristianos, musulmanes y hebreos. Todavía hoy quedan testimonios de tal separación en el urbanismo darocense, quedando la aljama judía en la vertiente meridional del cauce de la barranca natural que hoy llamamos calle Mayor, y agrupándose, acurrucada, la aljama mora junto a los muros lindantes con la Puerta Baja. El año de 1492 supuso la expulsión de los judíos no convertidos; en el día desconocemos su número; pero, en cualquier caso, su pérdida debió de ser importante para Daroca. Tres años más tarde, el censo ordenado por los Reyes Católicos da a la ciudad de Daroca una población de unos 2.185 hab. (437 fuegos), parte muy sobresaliente de las 6.130 personas que agrupa la sobrecollida de Daroca.
Casi ciento veinte años más tarde, una nueva expulsión , esta vez de moriscos , cambiaría definitivamente el panorama social y religioso de Daroca. Los 290 moros censados en la ciudad del Jiloca en 1610 (58 fuegos) fueron expulsados de la ciudad, junto con otros contingentes más numerosos de pueblos de la Comunidad, como Villafeliche y Burbáguena , donde la existencia de cristianos viejos puede suponerse una verdadera excepción. Los moriscos, convertidos al cristianismo a la fuerza tras continuadas presiones de la Administración, especialmente tras la caída de Granada y de manera más continuada a partir del reinado de Felipe I (II de Castilla), constituían una población activa dedicada a la agricultura, a la acemileria, albañilería y trajinería, principalmente. Su conversión no había sido más que un rito formal impuesto por la sociedad que, culturalmente, dirigía la comunidad y, por tanto, subyacían sus anteriores costumbres islámicas mantenidas con calor en la custodia de los libros santos del Islam que mantenían en su poder, pese al transcurrir de los años.
En 1538 el inquisidor general de Aragón, tras una visita realizada a Daroca y otros pueblos de la Comunidad, escribía a Carlos I escandalizado porque todos los moriscos "de siete annos para arriba todos los muchachos saben las oraciones de moros porque sus padres y madres se las an ensenyado con todas las otras ceremonias de moros; lo mesmo an confessado los convertidos de Burbáguena y de Villafeliche que es cossa de grande lastima especialmente por el danyo de los ninyos en estos tres lugares. E allado mas de mil pieças de libros de la secta de Mahoma los quales Dios a descubierto milagrosamente, anse quemada todos públicamente y puesto el remedio que mejor a parecido para lo por venir". El decreto de expulsión de los moriscos en 1610 pondría fin a la inasimilabilidad de esta minoría numéricamente importante, cuya desaparición provocó no pocos contratiempos y desastres a la economía aragonesa. Esta inoportuna medida fue sintomática de lo que el siglo XVII habría de deparar a Aragón en general y a Daroca en particular.
Las contribuciones exigidas por la monarquía para sus empresas exigieron una destacada participación de Daroca, que aprestó dos compañías de 150 hombres, mandadas por los capitanes Juan de Robles, de Cariñena, y Martín Aznar, de Burbáguena, para participar en la guerra de Cataluña . Igualmente con destino a la "Unión de Armas" del conde-duque de Olivares, Daroca acudió en socorro de Fuenterrabía en 1638 con otras dos compañías financiadas también por la Comunidad. En 1650 la población de Daroca era de 2.605 habitantes (521 fuegos), y pronto se vería drásticamente reducida por la dentellada que la peste de aquellos años dio a sus gentes. Vinculada su economía a la agricultura, con alguna pequeña industria, cordellates, tejidos de lino, tenerías y carbón vegetal, la agonía del siglo XVII vería una cierta recuperación de Daroca que, aun detenida por la inminente guerra de Sucesión , habría de desarrollarse después al amparo de la paz decimooctaviana de la Ilustración.
Tras la muerte de Carlos II , Daroca abrazaría la causa del pretendiente austríaco, Carlos III , en contra de los intereses de Francia encarnados por el duque de Anjou, Felipe V . Tal actitud estaba sustentada por una buena parte de las fuerzas vivas -no aristocráticas- del reino de Aragón y basada en una legitimidad a ultranza que daba más y mejores derechos al descendiente por línea masculina -Carlos de Austria- que a la línea femenina -Felipe de Anjou-, además de no haber conocido las Cortes aragonesas el proyecto sucesorio del último monarca de la Casa de Austria. "Durante la guerra de Sucesión -escribe Rafael Esteban Abad- tan sólo es de señalar el asalto y saqueo de Daroca por las tropas de Felipe V al mando del mariscal Pons, seguido de su inmediata evacuación y derrota en Calamocha por las tropas del archiduque de Austria capitaneadas por el conde de la Puebla y auxiliadas por los paisanos de Daroca, hecho de armas que tuvo lugar el 16-XII-1706".
Vencidos a la postre los partidarios del archiduque, los Decretos de la Nueva Planta pesaron -como hechos por el vencedor- sobre los vencidos. La Comunidad de Daroca fue llevando una vida lánguida, viendo recortadas sus atribuciones tras las reformas administrativas del nuevo régimen. El Justicia de la ciudad desapareció, así como el asistente de la Comunidad. Los representantes de las sexmas pasaron a denominarse diputados y al frente del Ayuntamiento darocense apareció un corregidor de nombramiento real. En 1837 un real decreto suprimió la Comunidad de Daroca y la reforma militar estableció una guarnición permanente.
• Bibliog.:
Asso, Ignacio de: Historia de la Economía Política de Aragón; Zaragoza, 1798.
Campillo, Toribio del: Documentos históricos de Daroca y su Comunidad; Zaragoza, 1915.
Esteban Abad, Rafael: La Ciudad y Comunidad de Daroca; Teruel, 1959.
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