Sobre el Simce de inglés
Mucho se ha culpado a los profesores del fracaso de los alumnos. Por eso y antes de seguir estigmatizándolos, demos señales claras de que confiamos en ellos.
El anuncio del Ministerio de Educación sobre el inglés nos señala que en octubre 250 mil estudiantes de tercer año medio deberán dar un Simce para medir sus logros en este idioma. La idea es loable; saber dónde están los alumnos respecto de su aprendizaje, qué tan efectiva ha sido la educación recibida en el área y qué medidas tomar para mejorar la situación permitirá hacer los ajustes necesarios para enmendar rumbo.
Sin embargo, no hay que olvidar que en 2004 y 2008 se hicieron evaluaciones diagnósticas a una muestra representativa de octavo básico y al mismo grupo en cuarto medio. Los resultados fueron malos en 2004, pero en 2008 mostraron un cambio positivo. La curva había empezado a subir. Las medidas que se estaban aplicando rendían frutos. Es obvio que sólo dos años después no habrá variaciones significativas que justifiquen la aplicación de otro test -ahora masivo. ¿Qué se gana con tener resultados individuales poco significativos? ¿No sería mejor pensar en qué debería hacerse y cómo? Por ejemplo, invertir el costo del examen (¡no es barato!) en perfeccionamiento y continuar la capacitación de los profesores, pero que no sea optativa, sino obligatoria, para mejorar su inglés y darles las herramientas metodológicas para garantizar el aprendizaje en la sala, asegurarse que reciban información actualizada en estrategias de aprendizaje, evaluación para y del aprendizaje, manejo de grupos, elementos que les permitan una mejor práctica pedagógica y un mejor desempeño.
El objetivo es que los chilenos aprendan a hablar inglés luego de ocho años de aprenderlo en la escuela, algo no menor: ¡ocho años! Esto no pasará mientras las clases de inglés sean en castellano, se enseñen reglas y fórmulas gramaticales aisladas, se den listas de vocabulario sin contexto y los alumnos piensen que el inglés es una lata o tan difícil como las matemáticas.
Mucho se ha culpado a los profesores del fracaso de los alumnos. Por eso y antes de seguir estigmatizándolos, demos señales claras de que confiamos en ellos y pongamos a su disposición las herramientas que los hagan verdaderos maestros, respetados y apreciados porque saben enseñar, hablan bien inglés, tienen manejo de la gestión de un aula, evalúan lo que sus objetivos establecían como aprendizajes, dan retroalimentación y los alumnos aprenden de sus errores, en sus aulas hay una atmósfera cálida que estimula y no atemoriza o ridiculiza.
La medida de aplicar tests y luego aplicar sanciones o críticas porque los resultados serán mediocres no nos llevará a ninguna parte. Seamos proactivos y hagamos algo que nos ayude en la crisis: apoyemos a nuestros profesores con formación continua; ellos son los que están con nuestros hijos en la sala día a día, durante ocho años para que aprendan inglés.
* Directora Pedagogía en Inglés Universidad Alberto Hurtado
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