El ojo pedagógico
Se propone el desarrollo de algo así como un “ojo pedagógico” en los futuros profesores que se valga de la metodología de casos, de casos habituales en nuestra educación pública.
Cuando se advierte que gran parte del desconsuelo en el tema educativo se evidencia en los resultados obtenidos por los estudiantes de pedagogía en pruebas como Inicia, reflota de un modo renovado la pregunta por el método de enseñanza-aprendizaje empleado y la evaluación asociada al mismo. El acento en el rendimiento afecta, necesariamente, la atención a los procesos y los avances diferenciales de cada estudiante; además, la medición del desempeño, más que una evaluación integral de los aprendizajes obtenidos, puede generar entrenadores especializados en contestar las pruebas, antes que propiciar reales formadores interesados en indagar en cómo cambian y se modifican sus aprendizajes y cuál es la coparticipación del docente en este proceso. Subsecuentemente, los futuros profesores se pueden llegar a bloquear en la búsqueda del resultado ideal, sin obtener referentes apropiados para cumplir su futura labor, y así la calidad de la educación disminuye.
¿Cómo centrarse, entonces, en el proceso y desarrollar competencias integrales en los futuros profesores? O dicho de otro modo, ¿cómo desarrollar la pericia, la destreza en sus prácticas para focalizarse en los aprendizajes diferenciales de sus estudiantes, más que en la memorización descontextualizada o en los artilugios para responder correctamente las pruebas? Algunos se escudarán en el tiempo, la maduración y el “oficio” para no abordar lo central del proceso formativo.
Si recurrimos a experiencias locales y no le tememos a las extrapolaciones, y de paso ubicamos a la pedagogía en la posición que se merece, algo parecido han detectado en el examen médico nacional (Eunacom). En este escenario, que se está convirtiendo en una desenfrenada carrera por obtener las mejores posiciones entre las escuelas de medicina del país, se han empezado a detectar los efectos perversos de un sistema que valora el ranking por sobre la pericia y el desempeño integrado. Incluso, algunas escuelas están utilizando el entrenamiento de respuestas correctas mediante reforzamientos y ensayos, al modo de los preuniversitarios. ¿Qué ocurrió con la pericia médica y el “ojo clínico”?
El “ojo clínico” parece haber caído en descrédito en tanto su condición de supuesto don. Un don o virtud que poseen sólo algunos para realizar diagnósticos rápidos y certeros e implementar los tratamientos apropiados. Se utilizaría con mayor frecuencia en ambientes no científicos, para resaltar la habilidad de detectar a simple vista aspectos “ocultos” y centrales del paciente. El “ojo clínico”, no obstante, puede demostrar sus beneficios a la hora de aproximarse a la evaluación en términos integrales, si es capaz de visibilizar su método. Un método que recoge evidencias y aplica un razonamiento lógico en la implementación de sus prácticas. Propone fases, que son recursivas y que pueden transmitirse, más laboriosamente que la entrega lineal de contenidos, por cierto, pero también más oportunas, pertinentes y significativas para la labor que desempeña un profesional que trabaja con personas a diario. ¿Por qué no aplicar este método a la práctica y evaluación pedagógica de los profesores?
Se propone, por tanto, el desarrollo de algo así como un “ojo pedagógico” en los futuros profesores que se valga de la metodología de casos; casos habituales en nuestra educación pública -ejemplo: “Cómo se enfrentaría usted a un niño que no aprende, se distrae en su clase y le entrega la prueba en blanco”- y les enseñe a reflexionar sobre sus futuras prácticas.
* Sicóloga Facultad de Educación UDP
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