Demasiada inteligencia confunde
Cada día la Agencia de Seguridad Nacional, responsable de la intercepción de comunicaciones, almacena 1,7 billones de correos electrónicos, llamados telefónicos y mensajes enviados por otras vías. Pese a que existen avanzados sistemas computacionales de selección, nunca hay traductores ni analistas suficientes para evaluar el caudal informativo.
Los ataques terroristas del 11-S-2001 en Estados Unidos provocaron una aguda sicosis a nivel de gobierno. Un síntoma es la expansión desmedida de los servicios de inteligencia y seguridad. Una investigación realizada por el periódico The Washington Post da cuenta de que en el país opera la insólita cantidad de 1.931 empresas privadas y 1.270 agencias estatales dedicadas al contraterrorismo. Y, no podría ser de otra forma, la duplicación de informes está a la orden del día. El periódico da cuenta de que 51 organizaciones federales y comandos militares, en 15 ciudades de los Estados Unidos, monitorean el flujo de dineros de presuntas redes terroristas. Cabe preguntarse cuántas redes ligadas a movimientos que conspiran contra el orden establecido operan en el país y transportan dineros de un punto a otro. Ello, luego de años de seguimientos por parte de millares de sabuesos. A estas alturas cabría esperar que semejantes redes, si existen, se cuenten con los dedos de una mano.
Las montañas de antecedentes, de valor informativo muy variable, ni siquiera llegan a los ojos de los destinatarios. Baste con saber que se publican 50 mil informes al año sobre actividades terroristas. El general en retiro John R. Vines, que comandó las fuerzas desplegadas en Irak, recibió el encargo de racionalizar la inteligencia recabada por la Secretaría de Defensa, que acapara dos tercios de los programas. Vines declaró : “Yo no sé de ninguna agencia con la autoridad o responsabilidad para coordinar todas estas actividades comerciales y entre organizaciones estatales. La complejidad de este sistema desafía toda descripción”. Su conclusión es: “Debido a la ausencia de un proceso de sincronización, inevitablemente se produce un mensaje disonante y con efectividad reducida”.
El presupuesto de inteligencia de Estados Unidos es de 75 mil millones de dólares. Más de 21 veces el monto anterior al 11-S-2001. Cada día la Agencia de Seguridad Nacional, responsable de la intercepción de comunicaciones, almacena 1,7 billones de correos electrónicos, llamados telefónicos y mensajes enviados por otras vías. Pese a que existen avanzados sistemas computacionales de selección, nunca hay traductores ni analistas suficientes para evaluar el caudal informativo.
Hay una verdad que los administradores conocen bien: las instituciones son tan eficientes como la gente que trabaja en ella. El análisis requiere de conocimientos y buen juicio. Ésta es la clave que permite separar el grano de la paja. El Post señala que la mayoría de los analistas son muchachos recién salidos de la universidad con un pequeño barniz recibido en las empresas contratistas. Saben poco y nada sobre Irak, Afganistán, Irán o Pakistán. Por cierto, no hablan las lenguas vernáculas pero ello no les impide redactar informes diarios. En general todos repiten, con cambios menores, lo que leen en la prensa local y otros sitios en internet.
Dados los recursos desplegados, es notable que no fuera detenido un joven que viajó a Yemen. Su padre advirtió a la embajada de Estados Unidos en Nigeria que estaba conectado con elementos terroristas. Ello debió encender todas las luces rojas. Mientras cientos de miles de pasajeros eran sometidos a exigentes controles, Umar Farouk Abdulmutallab se embarcó en un avión en Amsterdam con destino a Detroit y trató de detonar un explosivo. ¿Por qué no fue detectado por las legiones de funcionarios dedicados a la tarea? Michael Leiter, director del Centro Nacional de Lucha contra el Terrorismo, explicó al Congreso de su país: “Hay tanta gente que está involucrada en esto”. Con ello quiso decir que muchos tenían pistas, pero ninguno supo poner, como lo dijo el Presidente Barack Obama, los puntos sobre las íes.
El estratega chino Sun Tzu, cinco siglos antes de la era común, escribió: “Los espías son el elemento más importante en la guerra, porque de ellos depende la capacidad de un ejército para moverse. Un ejército sin espías es como un hombre sin oídos y sin ojos”. Ah, pero no hay que olvidar el yin y yang, el algo y su contrario en dinámica relación, porque el mismo Sun Tzu sentenció: “El agua, que lleva un bote de orilla a orilla, también puede ser la causa de su hundimiento, confiar en los espías, aunque produce grandes resultados, muchas veces es causa de total destrucción”. Los ejemplos de errores o cegueras de los servicios de espionaje abundan. Ninguno advirtió la caída del muro de Berlín o, si se prefiere, el colapso total del campo socialista. Tampoco fue anticipada la caída del Sha de Irán. No advertir los atentados de 11-S-2001 ha causado la respuesta sobredimensionada de Estados Unidos. El reportaje del Washington Post pone el dedo en la llaga: los problemas no se resuelven sólo con más recursos, sino que con los adecuados y precisos. //LND
Titulares en tu email | Suscríbete a RSS |
Síguenos en Twitter | Grupo Facebook LN |
Envía tu noticia | Modificar sus datos |
Envía fotos Vida Social | Contáctenos |
MARTÍN HUERTA |
Cultura |
PATRICIO HERMAN |
Ciudad |
GONZALO LEÓN |
Magazine LND |
RAÚL SOHR |
Internacional |
DIEGO MOULIAN |
Magazine LND |
CLAUDIO AVENDAÑO |
Medios |
Mujer, chilena y líder de las escuelas de Saint Paul...
MARCELA ESTIBILL
MINNEAPOLIS, ESTADOS UNIDOS