¡Me muero de lata!
Aunque para los fanáticos del balompié sea doloroso reconocerlo, en un mundial el componente estrictamente deportivo es secundario. Por sobre todo, se trata de la gran fiesta global del espectáculo, un evento ideado para entretener a las grandes masas, incluyendo a dueñas de casa que confunden al árbitro con el arquero de su selección.
Hace más de 15 años se vivió una de las peleas más memorables de la historia de la televisión chilena: Erick Pohlhammer se retiró indignado del estudio de “Lo mejor del Mundial”, increpando al conductor Javier Miranda porque en el programa se conversaba sobre cualquier cosa menos acerca de lo que ocurría dentro de las canchas del campeonato de Estados Unidos 1994. Según el ex jurado de “¿Cuánto vale el show?”, él había sido invitado a platicar sobre fútbol y no a escuchar los repetidos chistes de Álvaro Salas.
Hoy en día, si el poeta más futbolero del medio nacional asistiera a “La Barra del Mundial” -la nueva apuesta mundialera de TVN- seguramente terminaría ofreciéndole combos a Rafael Araneda, el animador de un programa donde la cita máxima del deporte rey es simplemente una excusa para lanzar al aire una larga entrevista sobre las cuitas amorosas de una rubia modelo y ex pareja de deportistas famosos o para poner en escena un show seudo erótico digno de una despedida de soltero. De fútbol, poco y nada.
Aunque para los fanáticos del balompié sea doloroso reconocerlo, en un Mundial el componente estrictamente deportivo es secundario. Por sobre todo, se trata de la gran fiesta global del espectáculo, un evento ideado para entretener a las grandes masas, incluyendo a dueñas de casa que confunden al árbitro con el arquero de su selección. Es también un negocio multimillonario diseñado para que las empresas trasnacionales vendan bebidas, poleras, plasmas y pasajes de avión a destajo; para que los comerciantes de Meiggs salven el año ofreciendo a grito pelado pelucas, gorros, cornetas y réplicas plásticas de la copa; y para que los canales de televisión de todo el orbe llenen horas y horas de transmisión de manera fácil y poco imaginativa.
No hay que pedirle peras al olmo. Los estelares mundialeros de la TV criolla nunca han sido programas sobre el Mundial. Desde hace décadas repiten la misma fórmula: humoristas, personajes del submundo de la farándula, bailes, concursos, conversación banal, noteros que hacen esfuerzos sobrehumanos para mostrarnos un ángulo gracioso y original de la justa deportiva, y uno que otro “experto” futbolístico que apenas tiene tiempo para hablar.
“Tonka tanka” -el espacio de Canal 13- es el que más se ha ajustado a ese guión preestablecido, con un elenco estable compuesto por la ex animadora de “Buenos días a todos”, Bombo Fica y el Gurú Bonvallet, al que se han sumado figuras de la televisión y familiares de los héroes de la Roja. El ingrediente social, exigido por la línea editorial de la red católica, está puesto por la “exigente” prueba a la que se someten dos rostros del espectáculo con el fin de que un anónimo y humilde personaje popular cumpla su sueño de ir a Sudáfrica. El programa del Tío Conductor ofrece más o menos lo mismo, pero en un ambiente más ruidoso y bullanguero, con chicos realitys, farándula más dura y cuotas de gruesa sensualidad a cargo de mujeres livianas de ropa que protagonizan coreografías del Passapoga y sketches sacados de la compañía de Daniel Vilches.
“¡Me muero de lata!”, exclamo hastiado Pohlhammer durante su recordado día de furia televisiva. Para evitar momentos tan desagradables, recomiendo a los amantes del fútbol no sintonizar los estelares mundialeros. Esa ha sido una norma de salud mental que yo he mantenido inalterable en cada copa del mundo, salvo para escribir esta columna. //LND
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