Para nadie es una novedad que las
movilizaciones llevadas a cabo por la Coordinadora de Trabajadores Del Cobre,
CTC (Subcontratados) han trastocado completamente el escenario social chileno,
ya muchas páginas se han llenado remarcando la fuerza revitalizadora de este
movimiento en el lánguido y pasivo sindicalismo post dictatorial chileno.
Probablemente, el mejor indicador del impacto de
este movimiento ha sido la cobertura dada por las páginas económicas de El
Mercurio, en las que los más connotados jerarcas empresariales nacionales han
dado rienda suelta a sus temores, sospechas y desprecios, entregando coordinadas
claras de la conciencia de sus intereses económicos como grupo social.
En este sentido, antes los ojos del país se desplegó
un movimiento que fue capaz de devolver protagonismo a los Trabajadores como
sujetos sociales, de superar en los hechos los amarres institucionales
tendientes a perpetuar los dispositivos de precarización e desprotección impuestos
por la Dictadura en el Código Laboral, así la negociación por rama y la
negociación con la empresa mandante entraron a tallar en un escenario
totalmente adverso a las demandas de los trabajadores.
Después de mucho tiempo, durante la movilización
de la CTC del pasado año, el movimiento de los trabajadores pasaba a la
ofensiva, no sólo consiguiendo mejoras económicas, sino que modificando la
legislación laboral, es decir convirtiendo sus conquistas parciales, en
conquistas de la categoría. Prueba de ello es la Ley de Subcontratación que concitó
el apoyo generalizado del mundo político y la mesa de negociación tripartita en
CODELCO (Trabajadores, Empresa Mandante, Empresas Mandadas).
Sin embargo, por estos días, en que los
trabajadores subcontratados del Cobre han salido nuevamente a las calles y
paralizado la producción de la principal riqueza del país, otros factores y
condiciones han entrado en juego, manifestándose como una relación de doble
encrucijada por un lado para el Gobierno y por otro para el movimiento
sindical.
Em primer lugar, hoy la CTC se moviliza para
defender un “piso”: el respeto de los acuerdos conseguidos el año pasado. Para
lo que han tenido que recurrir nuevamente a su arma más poderosa, pero también
más desgastante: la paralización de la producción. Por lo mismo, una derrota
relativa en esta batalla puede significar la frustración generalizada de las
bases de la CTC, pues a diferencia del año pasado, donde todo lo que se
consiguiera era un triunfo, hoy una salida apresurada puede traer consigo una
derrota material y moral a los trabajadores subcontratados. Además, la
encrucijada que enfrenta este movimiento es que en sus hombros lleva consigo
también el peso de todo el ‘potencial’ movimiento sindical chileno, no hay que
olvidar que tras la irrupción de la CTC se desataron movilizaciones en otras
áreas de la producción y se formaron sindicatos en ramas que hasta ahora
estaban vírgenes de acción sindical. Por lo que también una victoria puede dar
pie a un resurgir más poderoso del mundo laboral y quienes parecen tener más
claro esto son los agentes del mundo empresarial.
Por otro lado, el gobierno es el actor que
enfrenta la encrucijada más fuerte, pues las acciones y omisiones del ejecutivo
frente al actuar y a los acuerdos con los subcontratistas han dejado en evidencia
el carácter contradictorio de la actual coalición de gobierno. Más que
cualquier caso de ‘discolomanía’, las posiciones del gobierno han mostrado dos
almas en la Concertación, pero en particular en el gobierno.
Así
tenemos en una esquina la cara más neoliberal del mismo, representada por el
Ministro de Hacienda y por el Gerente de CODELCO, quienes no han dudado en
desconocer los acuerdos alcanzados anteriormente, e incluso los dictámenes de
la Dirección del Trabajo y en disponer una serie de políticas antisindicales,
como negociar con sindicatos no movilizados, como hacer resurgir la vieja
táctica de las listas negras, como aplicar internalizaciones selectivas dejando
fuera a los trabajadores más revoltosos y enviando a dirigentes y cuadros
sindicalmente activos a tareas más peligrosas y desgastantes al interior de las
faenas; pero principalmente negándose intransigentemente a sentarse a discutir
con los trabajadores en conflicto; reduciendo la crisis actual a un asunto de
policía.
Del otro lado, está el sector que aún le da
sentido al proyecto social de la Concertación y que apuesta por un rol mediador
del Estado en las relaciones entre Capital y Trabajo -que en los últimos 30
años se han resuelto a favor de la primera-; sensibilidad representada en el
gobierno por el Ministro del Trabajo, Osvaldo Andrade, quien no sólo ha sido el
Secretario de Estado más productivo en la materia (con mayor número de iniciativas)
de los gobiernos de la Concertación, sino que también ha sido el factor de
contención de la hegemonía proveniente desde Hacienda en el gabinete, no
dudando en contradecir orientaciones particulares del Gobierno y haciendo un
llamado franco y abierto a CODELCO a cumplir la ley en su espíritu, a integrar
a los subcotratados planteados por el informe de la inspección; pero sobre todo
llamando a CODELCO a cumplir su rol y sentarse a negociar.
Como se puede apreciar dos mundos dan su pelea
aparte en este contexto conflictivo, por un lado las fuerzas que procuran
mantener el estado de cosas y evitar ciertas complicaciones molestas, como la
toma de protagonismo de los sindicatos y ahí son numerosas las apelaciones de
los sectores empresariales al gobierno a dar una lección a los trabajadores ‘alzados’,
pues lo que ocurra en este conflicto puede ser un anticipo de lo que se dará en
el todo mundo productivo. Y por otro, los sectores que apuntan a revitalizar la
noción de lo social en el contexto programático concertacionista (Ministro Andrade) y a darle centralidad a un
actor que hasta este momento se ha mostrado pasivo: los trabajadores (CTC).
Indudablemente los trabajadores han sido Objetos de las políticas
gubernamentales, en este conflicto lo que se juega es si éstos pueden llegar a
convertirse en Sujetos protagónicos de la construcción de un proyecto de país.
Como ha quedado de manifiesto, los hechos, al
menos desde el punto de vista político y social, contradicen completamente al
Gerente de CODELCO y “este asunto” dejó de ser hace bastante tiempo un problema
entre los trabajadores externalizados de CODELCO y las empresas
subcontratistas.