NO HABRA ESTABILIDAD ECONOMICA SIN UNIDAD DE VALOR MONETARIA

 

 

 

                                   Cuando a comienzos de la década de los ’80 la “Reaganomics” comenzaba a colapsar, los países del subcontinente americano sufrimos gravosas consecuencias.

 

                                   A la caída de “la tablita” de Martínez de Hoz la siguió la hiperdevaluación y desestabilización monetaria.  Chile, con una economía más sana, igualmente sufrió las consecuencias hasta crear su “Unidad de Fomento” (U.F.), que consiste en un índice de valor monetario que tiene en cuenta el índice inflacionario del mes anterior; la ponderación de una canasta de monedas relacionadas al peso chileno y la inflación ponderada.  La “unidad de fomento” cotiza diariamente y toda operación transable de bienes muebles durables, automóviles o inmuebles se realiza, no en pesos, sino en esa unidad monetaria.

 

                                   Ello generó la restitución en la confianza en la moneda nacional; la certidumbre en los depositantes al hacerlo en “unidades de fomento” con más el interés de plaza y el fomento del crédito con la certeza del valor de las cuotas a devolver con más el interés fijado por la autoridad monetaria, que no supera un 50% de la tasa pasiva que otorgan los bancos a los depositantes.

 

                                   De esta forma, los chilenos, ahorran y se endeudan en “unidades de fomento”, restando el dólar para operaciones de comercio exterior, ya que el chileno tiene su índice de “seguridad monetaria” que le evita pensar en monedas foráneas.

 

                                   A no dudarlo que esta “unidad de fomento” ha dado sus frutos merced a una correcta asignación de gasto público y a una eficiente política monetaria.  Toda creación de unidades de valor sería intrascendente si no estuviera acompañada por una correcta intervención del Banco Central en la emisión monetaria bajo el correlato de reservas de libre disponibilidad.  La ciencia económica es inflexible con los voluntarismos.

 

                                   Las medidas anunciadas por nuestro Ministro de Economía al establecer el “Coeficiente de Estabilización de Referencia” (C.E.R.) parecen querer acercarse a la solución chilena, pero distan de ser lo suficientemente claras para recuperar la confianza de los atribulados  y licuados ahorristas; de quienes confiaron en el canje de deuda a través de títulos públicos en el año 2001, ambos pacientes espectadores de la licuación de su activos, como tampoco permite asegurar a quienes deban acceder a un crédito prendario, hipotecario o personal, cuáles serán las reglas de juego a mediano o largo plazo de una economía que pretende ser estable.

 

                                   Coincidimos en la necesidad de “pesificar” totalmente la economía, pero teniendo el cuenta la pérdida de quienes canjearon bonos de la deuda (30%), como de quienes confiaron sus ahorros en las entidades financieras (42%) –pesificados a $1,40 y tomando un dólar hipotético de $ 2,00, no se recuperará la confianza en el ahorro interno ni podrá fomentarse el crédito si no se realiza a través del mentado “C.E.R.”, que establezca claramente el índice inflacionario del mes anterior –oficial del mes de enero 2002 de 2,3%- más una tasa de interés pasiva del orden del 1,% mensual –para los ahorristas- y una activa del 1,5% mensual, para los tomadores de créditos.  Todo ello en base al “C.E.R.”, cotizable diariamente y como unidad de valor monetario.

 

                                   De esa forma, tanto los ahorristas como los tomadores de créditos sabrán el valor del “C.E.R.” con la debida anticipación y el mercado a largo plazo podrá revivir, sanamente, en la República Argentina.  Ello, reitero, acompañado con una prolija conducta de la autoridad monetaria en la emisión de circulante; de nada servirá un índice de valor que sea desfasado por el impuesto más regresivo de toda sociedad –la inflación- consecuencia fundamental de la emisión espuria de dinero.  Ya sabemos para qué sirve el “papel pintado”.

 

                                   La recuperación de la confianza del público, tan vapuleada y desmerecida por las autoridades de turno, la inyección al mercado de parte del 46% de los depósitos que los argentinos tienen en el “colchón” –según datos de la Fundación Mercado-, cuando su valor histórico –como promedio- se situó cercano al 27%, sólo resultará posible de una austera política de la autoridad económica –y monetaria- que verdaderamente remonetice nuestra desfalleciente economía.

 

                                   No se le puede pedir al pueblo argentino que, después de más de diez años de pensar en una moneda estable, pero foránea, recupere ipso-facto la confianza en su moneda, especialmente después de haber padecido, por más de noventa días corridos, los estertores de una neurosis colectiva generada, día a día, desde el poder de turno.

 

 

 

 

                                                                       Dr. HUMBERTO BONANATA

                                                                                          Presidente

                                                                  “Fundación Julián Sancerni Giménez”