La Economía Transversal

 

Cuando aún no se han apagado los fuegos de la victoria de hace sólo siete días en que el movimiento hegemónico aseguró que el 52% de los argentinos apoyan la “transversalidad de la política” y hacen retrotraer a la prehistoria aquel 22% logrado, junto con el “aparato” duhaldista el 27 de abril de 2003 (cinco meses y seis días vistas), comienzan a consolidarse en el unicato democrático gobernante los cambios necesarios para reinsertar a nuestro país en el marco civilizado de las naciones.

 

Prima facie, suena promisoria la adaptación del discurso “progre” hacia los caminos del equilibrio fiscal y monetario, acuerdo macro- aunque provisorio en el tiempo- con los organismos internacionales de crédito que sólo dista para consolidarse que la Argentina cumpla con la palabra tanta veces empeñada y nunca respetada.

 

Pero la “transversalidad económica”choca con la utopía keynesiana del Estado benefactor, hecho que sin duda preocupará sobremanera a su iceberg más visible en el gabinete nacional, el Ministro de Planificación, Julio De Vido. No cierra un proyecto de duro ajuste como el firmado con el F.M.I. con la participación distributiva de un Estado en obras públicas, si bien harto necesarias, incompatibles con el Proyecto de Ley de Presupuesto 2004, acordado con el F.M.I.  Y elevado al Congreso de la Nación.

 

Algo huele raro y no precisamente en Dinamarca. Salarios públicos y jubilaciones congeladas; estructura hiperconsolidada de poder en ambas cámaras legislativas a partir del 10 de diciembre de 2003; “círculos Kirchnerianos” (Movimiento Nacional Piquetero expectante y en la calle) e izquierda burguesa que acompaña las violaciones de la seguridad jurídica con la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y no reniega de su eterno resentimiento manifestado en grado sumo en la cobarde agresión a una señora mayor (Elena Cruz), quien acompañada de su anciano esposo enfermo de cáncer fueron “ajusticiados”  (por ahora sólo con palos y huevadazos) por haber cometido un delito no tipificado en las constituciones liberales del planeta: el delito de opinión.

 

Hubiéramos deseado vivir el inmediato repudio de Alberto Fernández, quien al renunciar a su banca para acceder a su actual cargo permitió el ingreso de la mancillada ciudadana a la Legislatura Porteña (recordar otrora fanatismo ortodoxo al Menem-Cavalismo del actual Jefe de Gabinete de Ministros); de Eugenio Raúl Zaffaroni, defensor de los derechos humanos de algunos no de todos o del camaleónico Jefe de Gobierno porteño (aquel joven comunista del Colegio Nacional Buenos Aires que hoy pregona, como pocos, el fanatismo de la fe de los conversos), al sólo efecto de salvaguardar la integridad física de dos ancianos que sólo ejercían el derecho que le corresponde.

 

Pero el autoritarismo no perdona adversarios: los cataloga enemigos del “proyecto hegemónico”  y busca desterrarlos por la “disuasión de la violencia”.

 

¿Cómo afrontará un Gobierno “Nacional y Popular” la etapa que comienza en la Argentina? Quienes no profesamos la fe peronista (original o conversa) ¿Seremos meros espectadores de la interna gobernante o nos dejarán ser la oposición constructiva que pregonaba Ricardo Balbín antes de la debacle fratricida de los ’70? ¿Podremos ejercer nuestros derechos de opinar y participar entre todos en un nuevo sendero que nos haga madurar como pueblo inserto en una Nación y no como meras personas a quienes sólo nos une habitar un mismo suelo?

 

 

                                                                                  Humberto Bonanata

 

 

Septiembre 21 de 2003

 

www.notiar.com.ar